viernes, 31 de julio de 2009

El juego de las arañas (26-8-08)


Porque hay momentos
en los que uno se cansa de respirar el mismo oxigeno podrido
lleno de mentiras y desprecios,
porque las mañanas llegan cada vez más tardías
y la noche se va cerrando sin previo aviso,
porque las tristuras pesan cada vez más en los párpados
y el valor cuesta cada día una sonrisa más cara,
las esperanzas han pasado a ser quimera
y los sueños….ah…los sueños, ¿qué eran?

Las fotos no son más que escenas fingidas sostenidas en marcos de recuerdos;
son débiles los recuerdos
y el llanto a penas moja, se limita a caer sobre las mejillas
¿quién recoge las lágrimas?
Déjalas, me gusta la lluvia salada.

No hay segundas partes
¿y si las hubiera?
Siempre son peor de lo que se puede preveer
una sombra de lo recreado en la mente, errores de la conciencia.

El juego de las arañas es tejer,
tejer en la mente una tela que no deje escapar los instantes
retener el pasado, enredarlo y dártelo de comer en momentos famélicos.
Atar cordeles en los tobillos y sesear historias hasta que te duermas,
jugar a la comba con los finos hilos
y pretender salir ilesa,
mis arañas…..
respiramos oxigeno podrido, lleno de mentiras y desprecios
¿y sabes qué?
Todavía no estamos cansadas.
¿volvemos a jugar?

jueves, 30 de julio de 2009

Cifras (VI)

Me acerqué y la abracé fuerte, muy fuerte y pensé que no importaba que ya no fuese una niña o que fuese a casarme y tener mi propia familia, junto a mi madre sentía que nada malo podía pasarme. La besé en la cabeza y fui al cuarto de baño en busca del teléfono para llamar a Ramón, por una vez era yo la que le iba a regañar por retrasarse, marqué su número con aire victorioso pero no conseguía contactar, el teléfono no reaccionaba. Me acerqué a la ventana buscando cobertura y entonces sí, llamé. Pero el teléfono seguía sin conectar. Pedí a mi hermano que me dejase llamar con el suyo, pero tampoco reaccionaba, así que llegué a la conclusión de que era el de Ramón el que no tenía cobertura. Me senté junto a mi hermano en el sofá a ver los dibujos animados y le recriminé que la edad que tenía ya no era para como para estar viendo cosas de niños, pero lo cierto es que a mi también me gustaban, solo que no podía desaprovechar la oportunidad de hacerle rabiar. En la calle había un día movidito, desde hacía algo mas de media hora sonaban sin parar sirenas de policía y de ambulancias. Ya eran las 8:30.
Cortaron la emisión de lo que estábamos viendo para hacer un avance informativo. Las imágenes eran de la estación de Atocha, decían que había habido una explosión y algunos heridos, pero que de momento no se sabía nada más. Le quité el teléfono a mi hermano y volví a llamar a Ramón, pues él tenía que bajar en esa estación, pero seguía siento inútil contactar con él.
Me parecía demasiado extraño que no me llamase aunque fuese desde una cabina. Quería ir hasta allí pero me lo impidieron, mi madre decía que lo mismo nos cruzábamos los caminos y que lo mejor era esperarle en casa. Buscamos los canales donde hubiese informativos y cada vez hablaban de más victimas mortales y un montón de heridos. Ya no solo había habido una explosión sino varias. Ya eran las 9:30.
Lo que pasó a continuación lo recuerdo como si lo hubiese vivido en un sueño. Sonó el teléfono de casa y mi padre lo cogió, mientras escuchaba lo que le decían desde el otro lado se volvió y me miró con la cara pálida. Era la hermana de Ramón.
Supongo que a estas alturas no hará falta que os diga que Ramón murió ese día. Le arrebataron la vida de la manera más absurda, por el motivo más absurdo y con la mayor frialdad posible.
Ahora me paro a pensar en las veces que lloré mientras él estaba trabajando en la frontera de Gaza, el miedo que sentía cuando me paraba a pensar que podía pasarle algo malo. Si de algo me alegro es de no haberle retenido aquí por mi propio miedo, al final el cumplió su sueño y aunque mis pesadillas también se materializaron ocurrió tan solo a un par de kilómetros de mi propia casa.

Una vez, cuando todavía era pequeña la maestra nos pidió que hiciésemos un dibujo sobre la guerra y como a mi no me gustaban las guerras dibujé una novia con un ramo de flores precioso.

miércoles, 29 de julio de 2009

Cifras (V)

A los dos días de estar en Madrid me pidió matrimonio. No me lo esperaba, para que engañarnos, ninguno de los dos éramos tradicionalistas, más bien hubiese esperado que me propusiese irnos a vivir juntos, pero ¿casarnos con anillo, vestido blanco, ramo de flores y todo eso? Nunca, jamás lo hubiese sospechado. Quien se llevó una gran alegría era mi padre, el pobre pensaba que el matrimonio me ayudaría a sentar la cabeza, no le quise quitar la ilusión, así reservé mi razonamiento lógico-aplastante sobre el matrimonio y los cambios de personalidad en el ser humano para otro momento, tal vez para más tarde cuando mi hermano viniese a reírse nuevamente de Ramón y de mí. Me encantaba atormentar a Sergio con mis ideas y análisis sobre el ser humano, era tan vulnerable que terminaba con cara de impacto. Como siempre le he dicho, mucho cuerpo y poco cerebro. Se pasaba las tardes en el gimnasio levantando pesas y aunque siempre me lo ha negado, sé de sobra que tomaba rayos UVA para estar moreno, no era normal encontrar un madrileño tan moreno en pleno febrero.
Se me echaba la hora encima, ya eran más de las siete y Ramón vendría a por mí sobre las ocho. Teníamos todavía un montón de cosas por arreglar antes de la boda, como cualquier pareja queríamos que todo saliese perfecto. Antes de meterme en la ducha miré la lista de tareas pendientes para ese día, lo que no solucionásemos ese jueves ya no lo podríamos arreglar, pues estaba convencida de que a la mañana siguiente mis neuronas estarían colapsadas y solo se alinearían para dar el sí quiero en el momento preciso. Teníamos que ir a la floristería a recordarle lo de mi ramo, y a repasar los adornos para el coche de novios. Me sorprendí de mí misma al darme cuenta de que en realidad eso de casarme a la antigua me hacía mucha ilusión. Justo cuando me iba a meter en la ducha sonó el teléfono, menos mal que acostumbro a llevarlo siempre conmigo, la idea de correr desnuda por la casa a la caza y captura de esa llamada no hubiese sido nada elegante. Vi el nombre de Ramón como llamada entrante.
-Buenos días. ¿Por donde andas?
-¡Ah! ¿Ya estás despierta? Te imaginaba todavía enroscada en las sabanas. ¿Has podido dormir bien?
-La verdad es que cuando me acosté me costó un poco conciliar el sueño, pero ya sabes que una vez dormida no hay terremoto ni boda que me saque de él.
-Bueno, pues ves arreglándote que en algo más de media hora estoy ahí, voy a coger ya el tren. Pero no tardes, ¿eh? Que ya nos conocemos
-¡Vaya! Si eres tú el que me está entreteniendo. Venga, cuelga ya y déjame que me meta en la ducha que estoy pillando frío y una novia con estornudos y sonándose la nariz no queda nada estético-
-Venga, hasta ahora.
-Besos.
Me di una ducha rápida, siquiera me lavé el pelo, pues no quería perder tiempo después secándolo, de todos modos al día siguiente me lo tenían que arreglar en la peluquería y salir a la calle con el pelo húmedo en Marzo no era cuestión. Me vestí rápida y cuando terminé ya eran las ocho. Me senté en la mesa de la cocina, donde mi madre preparaba ya la comida. Cuando estaba nerviosa le daba por hacer tareas de la casa compulsivamente, lo cierto es que prefería verla cocinar como una cosaca a que estuviese pasando el aspirador por todas partes.
-¿Has desayunado ya?
-No mamá, ahora tomaremos algo por ahí cuando venga Ramón, supongo que iremos a comer unos churros por ahí.
-¿A qué hora viene a por ti?
-Pues habíamos quedado a las ocho, pero vamos, que lo mismo el tren se ha retrasado.
-Pues ves tomando tú algo que lo mismo el ya viene desayunado.
-¿Qué es eso que hay ahí…? ¿Tortilla de patatas?- me acerqué y corté un trozo para comérmelo con pan.- Ay mamá, no sabes lo mucho que voy a echar de menos tus tortillas.
-Anda exagerada, que no te vas a vivir tan lejos, cuando vengáis a cenar hago tortilla y así te quitas la espinita.

martes, 28 de julio de 2009

En días así...

Amor, infancia y otras muertes


Hoy recordé algo de cuando era pequeña, no pequeña de tamaño pues en eso apenas he cambiado, sino pequeña de saber que ya es septiembre y pronto empieza el colegio porque en el salón de casa huele a libros nuevos y pinturas de madera.
Me vino a la mente el momento en el que una amiga del colegio me regaló algo, lo cierto es que no sé qué fue eso que me regaló pero recuerdo la conversación:
- Toma, esto es para ti
- ¿Para mí para mi casa?-( porque no era lo mismo que fuera para mi a que fuera para mí para mi casa, eso es que era más mío)
- Si, para ti para tu casa
- ¿Pero para mí para mi casa para siempre?- ( es que no era lo mismo que fuera para mí para mi casa a que además fuese para siempre, eso significaba que era mío mío de verdad)
Después pasa el tiempo, tanto que olvidas que las penas se curaban jugando a la rayuela y que el miedo era mejor guardarlo debajo de la cama, si no te asomabas a ver qué había debajo incluso podías olvidarte de él. Pero lo cierto es que todavía me da miedo mirar debajo de la cama. Todavía tengo fe en las promesas y pienso que si alguien me dice que es mío para mí para mi casa para siempre, no se le va a olvidar que la palabra siempre es siempre. Quizá sea la única que no se hizo mayor.
Me pasó el día dibujando rayuelas, lanzando la piedra y saltando, saltando a ver si en uno de esos se me caen las penas.
Mi psicoanalista me lo ha confirmado varias veces (como si con una no hubiese bastante), dice que sigo siendo una niña y que poco a poco tengo que ir enterrando la infancia, pero ¿cómo voy a hacer eso si no quiero? Si hago eso ¿qué será de los sueños?
Supongo que quiere que abra los ojos de una vez y que vea que el mundo es mucho más cruel de cómo lo pinto.
Al final esta niña terminará matándome…

Cifras (IV)

No nos costó mucho esfuerzo encontrar trabajo, en Madrid hay muchas academias de ingles y Ramón continuó durante un par de años en el periódico mientras enviaba curriculums a las cadenas de televisión ofreciéndose como corresponsal subrayando que no le importaba el destino. A veces me daba miedo pensar en los riesgos que podía correr, ya habían muerto varios periodistas mientras estaban países en guerra, los atentados seguían sucediéndose en un lugar y otro, y ya no solo pensaba en guerras, también me daba miedo los países de Sudamérica o islas del caribe, con los fuertes huracanes y terremotos, pero no le decía nada a él, yo sabía que era su mayor ilusión y no era quién para robársela o empañarla con mis temores. Un día recibió una carta del una cadena internacional, necesitaban un colaborador de corresponsal en la frontera de Gaza. Ramón estaba emocionado, al fin su sueño iba a cumplirse, dejaría la silla, el ordenador, las frías cifras y meras palabras y por fin trabajaría con gente de verdad. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, casi a diario se podía ver en la televisión alguna desagradable noticia de aquel país, los atentados eran semanales, las muertes diarias, sentí ganas de llorar, de agarrarme a su pierna como una niña pequeña y rogarle que no fuese, pero no podía, no tenía ningún derecho a hacerlo, él no lo hizo cuando me dieron la beca y pasamos un año separados, de todos modos él a penas pasaría unos tres meses, ese era mi consuelo.
Nunca había prestado más atención al telediario como en aquellos tres meses, veía todas las ediciones, desde la de las siete de la mañana hasta la de las doce de la noche incluso a veces veía los avances informativos de otras cadenas. Mi padre estaba preocupado por mí pues en cuanto salía alguna noticia de Gaza o de Israel, dejaba de comer y no volvía a retomar el plato, solía terminar llorando sobre la cama. Mi hermano Sergio aparecía a la media hora con un vaso de leche con cacao.

-Si no lo matan allí le voy a partir la cabeza cuando vuelva, ¡hay que ver lo preocupada que te tiene el pijo engominado ese! Venga, tómate la leche que cuando vuelva no te va a conocer de lo delgadita que te estás quedando.
- Vaya ánimos me das, idiota.
-Me apena verte así Marta, verás como vuelve pronto, sano y salvo, ¿quién lo va querer allí? El día menos pensado lo recibes en casa, con un sello de urgente pegado en la frente, jajaja.
-Que tonto eres, la verdad es que dar ánimo y consuelo no es lo tuyo.
-Bueno, tampoco se me da tan mal, mírate, te estás riendo.

Cuando volvió una cosa nos quedó clara, queríamos pasar el máximo tiempo juntos. No dejaba de contarme lo calamitoso de aquella zona, la de gente que vivía en los campos de refugiados que no eran más que perreras humanas en las que faltaba agua, comida y sobraba miseria. Conoció a una niña que había quedado huérfana y cuidaba de su hermano de apenas dos años, nadie se ofreció a ayudarla en el tiempo que estuvo allí, cada uno lucha por sobrevivir y no se preocupa de los demás, era doloroso ver como el espíritu de supervivencia se limitaba a ser de los primeros en las colas de la comida y mantener el vaso lo mas lleno de agua posible.
Fue impactante verle llegar al aeropuerto, esperaba encontrarlo como siempre, excesivamente limpio, repeinado y con sus horribles zapatos marrones, sin embargo cuando lo vi aparecer por el pasillo de desembarque era como si no fuese el mismo, sus cabellos estaban rizados y mucho más largos, por lo visto en esos tres meses no se los había cortado, casi se le metían en los ojos, había cambiado su polo blanco por una camisa color caqui y sus vaqueros por unos pantalones de lino, su tez estaba mucho más morena y curtida por la intemperie y el duro sol que atiza la zona y ni rastro de sus zapatos marrones, en su lugar calzaba unas sandalias grises. Era como si en vez de tres meses hubiese pasado allí tres años, estaba mucho más maduro en todos los sentidos, me encantaba tenerle de nuevo junto a mí.

sábado, 25 de julio de 2009

Cifras (III)

Definitivamente había quedado como una idiota. En ese momento me hubiese encantado ser avestruz y meter la cabeza en un agujero a muchos kilómetros de profundidad donde, probablemente estaba enterrado mi ego. Que estúpida puedo resultar a veces.
De camino a las aulas me acerqué a él y le pedí perdón, le había juzgado mal solo por su aspecto. Me dijo que no había nada que perdonar y que le gustó el modo en que defendí mis ideas y opiniones, que prefería ser arañado por la sinceridad que apuñalado por la mentira y que el mejor modo de enterrar el hacha de guerra era tomando un café. Acepté y quedamos para el viernes siguiente por la tarde, pero no en la cafetería de la universidad, sino en un centro comercial.
Poco a poco me fui dando cuenta de cómo era por dentro y casi me fui olvidando de su ropa y su peinado, digo casi, porque aquellos horribles zapatos marrones eran imposibles de evadir. Lo que más me gustaba de él era la credibilidad que daba a todas sus ideas, la ilusión y el empeño que ponía en sus proyectos, la fuerza que transmitía al hablar o incluso al mirar, nunca apartaba la mirada, siempre permanecía franca e inalterable. Quedamos en varias ocasiones para ir a la biblioteca donde me descubría escritores que no sabía ni que existían y me sorprendían gratamente, otras veces quedamos para ir a una cafetería y finalmente para ir al cine o salir a bailar. Como es de suponer, terminamos enamorándonos el uno del otro, aunque a veces parecía más bien una relación amor-odio, pues ambos defendíamos nuestras ideas con uñas y dientes y nos costaba mas de un palo al orgullo dar nuestro brazo a torcer o simplemente cerrar la boca, cosa que era casi imposible para mí.
El peor momento de nuestra relación fue cuando me dieron una beca para ir a Manchester a terminar mi carrera. Era una gran oportunidad para mí pues no es lo mismo hablar en ingles con un profesor, por preparado que esté, a estar en Inglaterra hablándolo en todo momento. Aunque nos llamábamos todos los días se notaba que la distancia nos estaba enfriando. Acostumbrados a estar juntos casi todo el día era muy duro no verse, las frases se quedaban cortas, nuestras voces no eran las mismas por teléfono y lo pero de todo, malinterpretábamos las palabras, un simple “de acuerdo” se tornaba desprecio, los “te echo de menos” parecían reproches y los “cuídate” un adiós sin retorno. Por aquel tiempo Ramón se puso a trabajar en un periódico, no era el trabajo de su vida, pero al menos adquiría experiencia y se ganaba unos euros. En un par de meses juntó dinero suficiente para pagarse un vuelo a Manchester y darme así una gran sorpresa. Tan solo pasó conmigo cinco días, pero eso renovó totalmente nuestra relación. Le llevé a conocer Londres y junto a él todo era mucho más bonito, incluso el palacio de Bakingham que me resultaba fosco y lúgubre parecía tener más vida. El BigBen se veía más grande y sus campanadas sonaban con otro tono más alegre.
-La ciudad se alegra de que estés aquí.- le dije
-Vaya, ¿y tú no?- ya conocía la respuesta.
-Yo no tanto.- me encantaba hacerle de rabiar y como él lo sabía se hacia el ofendido.

jueves, 23 de julio de 2009

FoBiaS

Fotografía de Lara Jade
Él me decía
que nunca podría vivir un caracol dentro de mi ombligo
por más margaritas que pusiese intentando mostrarle el camino,
porque yo era como una hormiguita
de arriba para abajo todo el día
y los caracoles son animales tranquilos
a los que les gusta dormir;


lo cierto es que solo me gustaba la noche
porque se podían ver las estrellas
y las sombras,
que aunque más grandes que por el día,
parecían menos sombras;


me gustaba la noche
porque me hacía la dormida en el sofá
mientras él le hablaba a los gatos.


Ahora la casa está llena de caracoles,
los gatos
juegan con las margaritas que arraigaron en el sofá;


la soledad es como una farola
y las farolas proyectan sombras demasiado grandes,

tanto que a esta hormiguita tiene miedo de la noche.

Cifras (II)

Fue en la universidad, él estudiaba periodismo y yo filología inglesa. No solía juntarme mucho con los de esa materia, pero en los alrededores de la universidad coincidíamos todos y él era amigo de alguno de mis compañeros con los que solía almorzar, así que en más de una ocasión pasamos algún rato juntos. Para empezar no me caía bien, su forma de vestir me irritaba, siempre tan pulcro con sus polos blanco nuclear y sus vaqueros perfectamente planchados, llevaban hasta la raya marcada, su pelo de pijo reprimido peinado de lado con mucha gomina para que no se le notasen los rizos que a lo largo del día se desgobernaban irremediablemente y esos zapatos de piel marrón, ¡dios santo, marrón! ¿Quién lleva zapatos de ese color hoy día? Solo quienes son incapaces de salirse del tiesto, para quienes las normas están para cumplirlas, jamás estaría con alguien así. Y lo peor de todo era su carrera, ¿a qué aspiraba con una carrera así? ¿A vivir pegado a una silla frente un triste ordenador creando alguna columna para un periódico y soñando cada día con ser un redactor algo más importante? Penoso.
Jana me decía que no debía ser tan severa con él, se le veía un chico noble y cada uno tiene sus ambiciones en la vida, no por ello debía menosprecias las de los demás. Yo estaba convencida de que decía eso porque estaba coladita por él, no había más que mirarle la cara cuando Ramón hablaba, a veces hasta se le abría la boca y no podía más que contemplarla esperando verle caer la baba de un momento a otro.
Un día surgió un tema algo polémico, la guerra de Irak. Todos coincidíamos en que el móvil de todo era el petróleo, pero que por culpa del amor al dinero se habían segado muchas vidas y seguía muriendo gente. Ramón dijo que le encantaría poder hacer algo por el bien de los damnificados, habían quedado cientos de familia deshechas, gentes sin casa y a nadie parecía importarle, aquí solo nos llegaba una ínfima parte de la información y nada de lo que se nos contaba tenía nombre propio, solo se hablaba de cifras, de victimas, pero así no se alcanza el corazón de la gente y mucho menos de los políticos quienes parecen tenerlo de acero reforzado.
Le miraba atenta mientras lo contaba y me indignaba, a él tampoco parecía afectarle mucho, después de todo parecía estar en buena posición económica y social, le bastaba con extender la mano para que papá y mamá le diesen las llaves de un coche, las de un piso o las de un apartamento en Torrevieja. No me pude callar.
-Pues ya me dirás tú a mí qué piensas hacer desde la oficina de un periódico o en la redacción de un canal de televisión. Si te vas a limitar a engominarte los rizos cada mañana y en ir a comprar camisas cada vez que una de esas empiece a amarillear, Irak puede seguir esperando. No creas que eso que planteas es fácil, conlleva un riesgo y el precio puede ser muy alto, y no me estoy refiriendo al dinero que llena tus bolsillos, me refiero a la vida, puede costarte la vida.

Hubo un largo e incomodo silencio, sus ojos permanecieron clavados en los míos durante todo el tiempo que estuve hablando, por primera vez me di cuenta de que eran verdes. Inspiró profundamente como analizando todo lo que había dicho en un momento, la verdad es que cuando me altero hablo muy rápido y alto, a veces creo que grito demasiado. Jana me había estado dando codazos todo el tiempo en un vano intento de silenciarme, pero no me di cuenta hasta que lo hube soltado todo y me noté el brazo dolorido.
- Entiendo que te indigne que un pijo como yo diga esas cosas, pero permíteme aclararte que no tengo ninguna intención de permanecer con mi culo pegado a una silla mientras haya grandes historias que contar ahí fuera. Si estoy estudiando periodismo es porque quiero ser corresponsal en algún país en guerra y una vez allí mezclarme con los ciudadanos, saber cómo viven, cómo sufren en sus carnes las consecuencias de tal situación, conocerles como personas, sus costumbres, sus necesidades, sus miedos y sueños. No quiero ser un simple periodista Marta, quiero ser escritor.

miércoles, 22 de julio de 2009

Una vez alguien me preguntó con qué poema de Benedetti me sentía identificada. Lo cierto es que me hubiese gustado que me preguntase con qué personaje, tampoco lo hubiese dudado un segundo Avellaneda, de La tregua. Pero como esa no era la pregunta, aquí os dejo la contestación.

NO TE SALVES .
No te quedes inmóvil al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora ni nunca.
No te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo. . .
Pero si pese a todo no puedes evitarlo
y congelas el jubilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil al borde del camino
y te salvas
entonces no te quedes conmigo .

martes, 21 de julio de 2009

Cifras(I)

Tendría aproximadamente unos ocho años cuando la profesora de ética nos tendió un folio sobre el pupitre a cada uno de los niños que componíamos la clase. Nos pidió que hiciésemos una redacción sobre cómo imaginábamos el día de nuestra boda, yo sonreí, no pensaba casarme nunca.

Me desperté después de haber dormido plácidamente durante toda la noche, estiré los brazos y las piernas a la vez, en una ocasión escuché que si te estirabas mucho por las mañanas crecías más y yo, en mi empeño por seguir creciendo, continuaba estirándome con todas mis ganas en un vano intento de alcanzar unos centímetros aunque ya hacía mucho tiempo que dejé la edad del crecimiento.
Miré a mi alrededor y contemplé con nostalgia los vestigios de una infancia, las muñecas descansaban en las estanterías como si nunca hubiesen sido tocadas, sus vestidos permanecían pulcros, siempre fui muy cuidadosa con mis cosas, por eso se conservaban tan bien. En la plancha de corcho, entre fotos de varias épocas se dejaba entrever un dibujo que hice cuando todavía estaba en el parvulario seguramente fue uno de los primeros dibujos que hice estando en el colegio, a la vista estaba que nunca fui dada a las bellas artes. Clavada con una chincheta se distinguía una foto de más o menos la época del dibujo, mi madre se empeñaba en ponerme vestidos con enormes cuellos que se volteaban con el viento y me tapaban los ojos, cuando lo que más me gustaba eran los pantalones y para colmo de males me hacía dos tirantes coletas, una a cada lado de la cabeza que, a mi parecer, me daban un ridículo aspecto, al menos en aquel tiempo me lo parecía y cuando llegaba la noche era un suplicio quitar las apretadas gomas que siempre me arrancaban algún que otro cabello y me dejaba un terrible dolor en el cuero cabelludo ¿Quién dijo que ser pequeño fuera fácil?
Se entreabrió la puerta de mi cuarto y apareció una cara curiosa, mi hermano Sergio. Con eso de que era el mayor siempre se creyó con el derecho de husmear en todos los rincones de mi dormitorio, de mi cartera, de mi vida, pero me encantaba por más que fingiese enfado en muchísimas ocasiones, después de todo, el deber de todo hermano mayor es velar por el bien de los pequeños y él tomó siempre al pie de la letra su deber de custodio.
-¿Qué hay hermanita, has dormido bien o los nervios te han estado torturando toda la noche?
- A ver nene, sabes que soy impasible, no hay nada en este mundo que me quite el sueño, ni mi propia boda. Y por cierto, a partir de mañana se acabó eso de llamarme hermanita, creo que con 27 años y casada va siendo hora de que me llames hermana.
-Anda, no digas más tonterías que tu siempre serás mi hermanita pequeña.- dijo mientras me frotaba la cabeza con el puño.
-¡Ay para! Mira que eres bruto Sergio. Déjame que me voy a la ducha.
-Pobre Ramón, se casa contigo porque no te conoce, espera que te vea transformada en Terminator verás que pronto sale corriendo. ¡Rancia!
-¡Olvídame!- grité desde el aseo.
La verdad es que algo nerviosa sí que estaba, ya solo quedaba un día para mi boda. Cuando me propuso que nos casáramos lo acepté con mucha ilusión, después de todo, una cosa era el compromiso y otra era el día de la boda que parecía muy lejano. Cuando lo conocí ni se me hubiese pasado por la mente que algún día llegaría a estar casada con él.

lunes, 20 de julio de 2009

Erase una vez


Siento que cada vez que vuelves a casa no te encuentres con la princesa del cuento que te contaste cuando decidiste dormir conmigo, que en su lugar encuentres a una chica con los dedos llenos de inútiles versos, churretes de rímel en los ojos y tristezas haciendo contrapeso sobre los párpados.


Siento que cada vez que despiertes me encuentres en el polo sur de la cama, abrazada a la esperanza y soñando que despierto acariciada por unas cortinas mecidas con el aire de otra ciudad.


Siento que busques suspiros en mi cuello y solo encuentres el frio que deja el silencio, ya te avisé que mi cuerpo es un receptáculo de dolor y que nada de lo que me ocurra pasa sin dejar su huella. Y ahora ya ves, solo puedo darte lo que recibí de ti, aunque cada una de esas cosas me arañe la piel cada vez que brota por los poros.


Siento que en el final de tu cuento la princesa prefiera ser nenúfar, quedarse a vivir en una charca con las ranas y los peces, y que no quiera comer perdices porque crea que ellas también merece su final feliz y que un para siempre solo exista cuando nunca antes se había prometido.

sábado, 18 de julio de 2009

"Volar... qué tontería" by Billy Macgregor

“Has roto todos mis sueños”, le dijo ella, aquel día, y le habló de una hoja de papel, de que si la rompías en mil pedazos ya nunca sería la misma hoja de papel, aunque pegaras sus trocitos escrupulosamente y luego la planchases al vapor. Nunca sería la misma hoja de papel, si no, otra cosa, como ella, que ya no era la misma, si no otra cosa, menos feliz.“Quiero cosas pequeñas, y quiero muchas- le dijo-, quiero que me digas bonita, de vez en cuando, quiero hacerme viejita contigo, quiero que sonrías, que te dejes tocar, que me hables, ¿por qué no me hablas?”.“Porque no me entiendes”, le dijo él.“Porque no te explicas”, le dijo ella.“Porque no me entiendo”, le dijo él.Él era un loco. Se desilusinflusionaba como un globo ante la visión de un mundo que le parecía, horrible, y segundos más tarde, temblaba de emoción y quería que todo el mundo mirara al cielo y les decía, alucinado, “mirad, una nube”.Se ató una vez a las puertas de un estadio de fútbol, gritaba, cabrones, o algo parecido, y se cagaba en los fichajes millonarios, absurdos, y le hablaba a la gente, de un sitio llamado hambre, y la gente, se le meaba encima.Para hablar de la guerra fue a Camboya. Pisó una mina antipersona y estuvo tres días sin moverse, hasta que pudieron sacarle de allí. Luego habló de la guerra y otra vez se le mearon encima.Cuando hablaba de amor todo el mundo le escuchaba y nadie tenía ganas de mear. Un día, mientras hablaba del amor, se la sacó, y se meó en todo el mundo.Estuvo un rato en la selva, con tigres que se comían a la gente, y flores raras y hormigas con la cabeza muy gorda. Vino muy delgado, diciendo que el hombre, era idiota.Otro día quiso hablar de la muerte, y hubo que quitarle de las manos las tijeras.Todo se acaba, el Sol también, lo ha dicho un científico.“Mi lucha-le dijo ella-es llevar al niño a un buen colegio, tener una casita blanca con terraza, y tender tus camisas y mis bragas, al Sol, a ese que dices que se acaba, mi lucha es trabajar catorce horas y cobrarlas todas, y los domingos, ver como te comes esos emparedados de tres pisos, que te hago, mi lucha es, enseñarte como sepa a vivir sin tus fantasmas, y si no lo consigo, ganar sola mis batallas, mi lucha no es salvar el mundo, amor, el mundo, nunca estará a salvo”.Había algo extraño en el ambiente.Pero no había nada extraño en el ambiente.Aquel día, el Mar escupía olas que eran como mujeres vestidas de encaje para una boda con la muerte, y el viento, era una navaja.“Tengo que vivir”, le dijo ella, mientras él con el dedo dibujaba en la arena la palabra adiós, y le hacía un lacito con el humo del cigarro.

(Necesitaba compartir este escrito de Billy con vosotros)

viernes, 17 de julio de 2009

Sobre la balanza

Me gusta el olor a incienso, sobre todo cuando el humo empieza a expandirse por el pasillo y la casa huele a todo menos a casa. Es como si un pedacito de otro mundo viniera a visitarme, entrando descaradamente sin llamar a la puerta, sin pedir un permiso que obviamente le daría.
Odio el sonido de los timbres, es como un aviso estridente de alguna visita desagradable, sin embargo me resulta tan cálido el sonido de los nudillos sobre la puerta, tan natural que creo que si la madera sonriese de alguna forma sería así.
Me gustan las madrugadas tardías, esas en las que el sueño no viene a visitarme y solo consigo pensar en él, en ella, en ti. A veces pienso que mi cama se hace chiquitita y yo con ella, que podemos salir ambas por la ventana y volar hacia cualquier lugar sin que nadie nos vea, casi puedo sentir el fresco de la noche en mi cara, quizá a eso sea a lo que se refieren cuando hablan de soñar despiertos.
Me gusta el olor a ropa recién planchada y sin embargo adoro las arrugas, los pliegues y la asimetría. Siento que lo que es demasiado liso no me pertenece, quizá por ser tan genéticamente exacto, y es que cuando las cosas se ven tan lindas deben tener un cepo mortal escondido en cualquier parte, o ¿nunca te cortaste con un folio?
Odio los uniformes, porque sé que el hábito no hace al monje.
Me gustan las películas de llorar y la gente que me hace reír, adoro las sonrisas cuando los ojos también sonríen y me alegro de saber descifrar las miradas aunque la persona que tengo en frente no medie palabra.
Odio las leyes porque no tienen arrugas pero sí muchos cepos, o ¿nunca te cortaste con una ley?
Me gusta el pan con mantequilla y la leche con cola cao, porque huele a infancia y a calor de madre, a dibujos animados y a merienda descalza sobre el sofá, sabe a beso en la frente y a cuento antes de dormir.
Odio las guerras y el anonimato de las muertes, odio las cifras y los números tatuados en el antebrazo. Odio el dinero, la envidia y a la gente engominada con raya al lado, no me resultan de fiar, se empieza por pretender dominar el pelo y se termina por querer gobernar el mundo, solo hay que ver una foto de Hitler.
Me gusta despertarme cruzada en la cama, abrazarme a la almohada y pensar cuánto hace que no me besan y recordar cuándo fue la última vez, a que sabía su boca, como me temblaban las piernas (porque todavía me pongo nerviosa con un beso en los labios).
Odio el olvido, porque solo aparece cuando menos se le precisa, supongo que él también tiene sus leyes.

Puedo atrapar las penas
y esconderlas en mi escote
(no sabes cuánta melancolía puede caberme en el pecho),
suspirar en colores,
llorar sin lágrimas
y hablar sin que las palabras me rocen los labios.


La vida no son los años que pasan
sino los segundos en los que te sientes vivo.


Tal vez mañana solo sea para ti
poco más que un recuerdo de Julio,
algo así como una nube de tormenta
en tu tranquila mañana de sol,
o puede que quieras saber
qué fue de la chica el sombrero de esparto,
aquella con mirada ilusionada
y sonrisa tímida;


quizá para entonces
yo siga sentada en tu orilla
esperándote,
con una clave de fa dibujada en la arena
y el beso que no atiné a darte guardado entre los dedos
para que el aire no te lo robe;


y ojala que algún día
veamos amanecer a la hora de la luna,
me abraces
y me digas cualquier tontería
algo sin sentido,
algo así como que me quieres de aquí a plutón.

Geometria de una trenza


¿Alguna vez has viajado a un lugar que no conocías de nada, solo por nombre, y mientras llegabas a él sentías que algo bueno te esperaba? Las casualidades son la magia de la cotidianidad y yo creo en la magia.
Una vez, cuando todavía tenía edad para sentarme sobre las piernas de mi madre le pregunté mientras me hacía dos trenzas cómo se podía saber si estaba enamorada, me dijo que el amor era como la geometría de una trenza, era algo que se iba enredando poco a poco pero de forma sutil, tanto que cuando te dabas cuenta ya era demasiado tarde para deshacerla sin dejar marcas. No la entendí. Mezclar pelos con besos no era algo que entrase en mi cabeza infantil. Por circunstancias de la vida decidí ser peluquera y por supuesto me propuse desvelar cual era esa geometría misteriosa que mi madre manejaba con tanta soltura.
Las palabras, dicen, son solo palabras y creo que esa es una de las frases que más me pueden herir, tanto que las he utilizado para dañar a otras personas en momentos de impotencia “solo somos un puñado de palabras y nos volaremos con el viento”. Si tanto daño se puede hacer con ellas entonces no son solo palabras. Podía haber dado la vuelta, o simplemente no haber enviado ese mensaje, pero no podía perder la oportunidad, tanto tiempo, tanta distancia, tantas ganas.
Sabía que el amor no podía ser solo un corazón pintado en un papel, ni ramos de flores en san Valentín, pero tampoco encontraba la respuesta. No solía ilusionarme con cualquier chico del colegio y menos del instituto, pero si en alguna ocasión me pasó me limitaba a tumbarme boca arriba en mi cama y fantasear sobre qué le diría. Pero solo dibujaba corazones en papeles que después terminaba tirando a la basura. No, el amor no era un corazón de papel.
Le tenía delante, las casualidades habían jugado a hacer malabares con las horas y los kilómetros y por fin estábamos juntos. Las palabras se amontonaron en la garganta y no supieron salir, los relojes se ahogaron durante unos segundos y a mi se me olvidó cómo era aquel ejercicio tan cotidiano de respirar. Solo recuerdo un libro, una playa, una camiseta amarilla, sandalias azules y el mar… su mar. Le hubiese abrazado como tantas veces soñé, y todavía no entiendo por qué no lo hice, tal vez por miedo a despertarme una vez más. Entonces él se acercó a mí mientras se disculpaba por lo que iba a hacer. ¿Alguna vez has ido por una carretera a gran velocidad y en un badén has sentido vértigo por unos segundos, como si al corazón le fallasen los latidos en ese segundo? Pues algo parecido sentí cuando él me besó. Todavía tengo su sabor en la boca, hay sabores y olores que viajan directos al cerebro para quedarse ahí por siempre.
La geometría de una trenza, ahora lo entiendo. El amor te enreda poco a poco y en realidad solo te das cuenta de la gravedad del asunto cuando entras en la geometría de un beso, cuanto sientes que no puedes respirar, que se te ha olvidado tragar saliva y la garganta pide auxilio mientras las palabras se amontonan intentando salir, el corazón solo se limita a lanzarlas a golpe de pálpito, pero es tanto lo que ese corazón late que no hay forma humana de hablar. Solo quedan los ojos para decir te quiero, te necesito, quédate conmigo
, no te vayas, existes…
Ahora sé qué tengo que responder cuando alguien me pregunte qué es el amor, es tan sencillo como decir que el amor es como la geometría de una trenza.

jueves, 16 de julio de 2009

Reencuentro

Cerré la ventana, bajé la persiana y me quedé sentada en el sofá, como derrocada. Aguanté la respiración o respiraba tan flojito que el oxígeno entraba a los pulmones partícula a partícula, casi al punto de la asfixia como si él me pudiese escuchar desde la calle. No era un fantasma, pero hubiese sido el protagonista perfecto para mis pesadillas, de hecho lo fue durante mucho tiempo. Hacía meses que no me preguntaba qué sería de él, incluso llegué a pensar que estaba muerto, tampoco sabía cómo había encontrado mi dirección o si realmente sabía que vivía allí, quizá solo era casualidad. No, no podía ser casualidad, si él no vivía en mi pueblo ¿qué hacía allí?
Venía arrastrando los pies calle abajo con un abrigo mugriento que seguramente le habría dado un alma caritativa o en el peor de los casos rescató de un contenedor de ropa usada. El pelo lo tenía bastante largo, al menos haría cuatro meses que no se lo cortaba pues ya se le formaban los rizos sobre la frente.
Todo en mi vida tenia que ser blanco o negro, para mi no existían los grises y con él nada era de un color uniforme, era como vivir en una feria ambulante y yo era la montaña rusa, arriba o abajo nunca en línea recta, del llanto a la carcajada olvidando que podía existir el equilibro o quizá desconociendo la existencia del mismo.
¿Estaría todavía allí abajo o se habría marchado? No podía subir la persiana, siquiera levantarme del sofá pues las rodillas todavía me temblaban, de todos modos no tenía nada que hablar con él, nada… ¿nada?
Me acerqué al mueble bar y me serví un vaso de whisky. El alcohol es un salvavidas de plomo cuando te estas ahogando en el mar de los recuerdos, no ahoga las penas, ahoga el alma entera y las resacas las pasas llorando. Tenía en mi mano el arma de la discordia y el error en la concordia. No fui capaz de darle un solo trago, lo dejé frente a mí y observé los hielos que flotaban en él mientras ordenaba los recuerdos por orden de preferencia, primero los de odio, después los de asco y por último los de compasión, pero ya se sabe los últimos serán los primeros y me centré en los compasivos. Él tirado en mitad del pasillo con un golpe en la frente llorando arrepentido, él sentado en el suelo de la cocina con un corte en la mano pidiéndome ayuda, él dormido en el descansillo del portal con los pantalones mojados de orina, él al otro lado del teléfono deseándome un “feliz cumpleaños princesa”gangoso mientras llenaba de babas el auricular, él con un regalo de reyes para mí el día diez de enero y su sonrisa etílica de oreja a oreja, de doce a doce, de diciembre a diciembre.
Llevaba sola desde que lo dejé sin avisar y a penas lo había echado de menos, aunque mentiría si dijese que no pensaba en él, lo hacía muy a menudo, pero nunca pensé volver, ni llamarle y preguntarle como estaba. Tampoco le debía nada ni había nada que reclamarle, nos habíamos cuidado mutuamente hasta que todo se hizo insoportable, para mí por supuesto.
Si mi ego fuese de hielo yo sería un iceberg diez veces más grande que el que hundió al Titanic, a veces tengo que respirar profundo para tragarme la sal que se amontona tras mis párpados pero nunca lloro delante de nadie, es indigno que la gente piense que puedo llegar a sentirme inferior a ellos. Él sin embargo siempre lloraba cuando le gritaba y le amenazaba con marcharme y dejarle solo, se tiraba al suelo y me agarraba de la pierna mientras lloraba como un chiquillo diciéndome que me quería, que era lo único que tenía en la vida, y era cierto, tan cierto como que él era lo único que yo tenía, pero a veces es mejor tener las manos vacías que tenerlas llenas de escorpiones.
Me fui sin avisar y él vino del mismo modo.
Hacía mucho frío y mi respiración se condensaba en el cristal de la ventana. Ya podía tenerme en pie sin que las piernas me flaqueasen. Cogí las llaves y bajé hasta la portería, no se veía a nadie, abrí y entonces lo vi apoyado en la pared con los brazos cruzados tiritando de frío, me miró y no dijo nada, solo abrió los ojos tanto que parecía que se le iban a salir de las órbitas. No se atrevía a dar un paso hacia delante quizá por mi gesto rudo, me di cuenta y suavicé la cara, sonreí con timidez como lo hace una niña con vergüenza, le extendí una mano y me la tomó, estaba helado y olía a rancio, dios sabe el tiempo que llevaría sin ducharse o incluso sin comer. Lo dirigí hasta mi portal y se quedó parado en la misma puerta:

-Yo… yo quería... lo siento.
- No importa papá, no importa. Yo también me caí muchas veces antes de aprender a andar, tú solo no me sueltes la mano.

sábado, 11 de julio de 2009


Necesito que llueva
mucho,
tanto
que sería capaz de llorar una tormenta ahora mismo,
buscaría sobornar al cielo
con la promesa de una luna nueva colgada entre mis pechos
la primera noche de agosto
y un amanecer desnuda para él.



Se amontonan las nubes negras
pero hay una timidez en forma de viento que las zarandea
y las pasea de este a oeste,
sobre todo hoy,
cuando es el aire de levante quien las mueve.




...y al final llovió, mientras dormía

jueves, 9 de julio de 2009

Más verdades


La vida que no se agita se mancha
y termina por heder.
Yo esperaré aquí
inventando alguna excusa para estar a tu lado,
perseguiré las negativas que corren por el suelo
y las esconderé debajo de la cama
para que las termines olvidando.


Así que ven
métete conmigo en la ducha
y sacudámonos esta tristeza
mientras matamos alguna canción,
ven,
siéntate a mi lado y acaríciame los sueños
que entre tus dedos me resultan menos imposibles.


Volvieron a robarnos los días
ahora que no estás.
No atino a abrocharme los zapatos sin tus manos
olvidé cómo se escribe ahora que no hay palabras,
la vida se duerme en tu recuerdo
y la rabia se viste de impotencia
apuñalándome con verdades.


Por eso ven,
métete conmigo en la ducha
y sacudámonos esta tristeza
mientras matamos alguna canción.


No existe el miedo mientras sepa que estarás
esperándome al otro lado de la calle.


Ven,
siéntate a mi lado y acaríciame los sueños
que entre tus dedos me resultan menos imposibles
.


Que necesito tu respiración agitada en mi nuca
mordiéndome cada amanecer.

miércoles, 8 de julio de 2009

Estancias


Se difuminan los trenes de esta estación sin nombre
no quedan billetes de ida ni dinero en los bolsillos,
solo queda pedir clemencia,
un golpe entre las cejas para volverme a dormir
y soñar con tus pestañas.


Podría esperar otra noche más
.....................................................conservar las maletas

-........................................................................................y sentarme en el anden
por si algún tren despistado viene a buscarme
y algún silbido a lo lejos me pellizca las entrañas.


Bailan los pliegues de mi falda
con el viento que se me cuela entre las rodillas
pero las sonrisas están atadas con la tira de las sandalias
para hacer del suelo un sitio
donde poder caminar sin arrastrar los pies,
no hay parpadeos
y la respiración parece ser un ejercicio repetitivo
que me hace sudar.


Llegará la mañana el día menos pensado
alguien me encontrará con las manos oxidadas,
......................................................un trozo de carbón en la boca
...........................................................................................y piedras en los bolsillos
tal vez entonces entiendas
por qué me quise marchar de aquí.

martes, 7 de julio de 2009

Cuentos de viejas


¿Qué pasaría si el mundo como nosotros lo conocemos terminase? ¿Y si cuando tengamos nietos lo que ahora es cotidiano se nos prohibe para poder conservar la existencia humana, cosas como hablar, besar, abrazar? ¿Qué pasaría si la Tierra se declarase en huelga y al final las pestes ganasen la batalla?




Y así sucedió,
que las montañas se hicieron arena
se secaron los mares
y los ríos no supieron dónde desembocar,
las nubes perdieron su forma unificándose en una barrera
hasta que olvidamos de qué color es la luna.

La enfermedad creó su propio gobierno sobre nosotros
quedándonos prohibidos el sudor,
el aliento y la saliva,
solo corrientes de aire entre nosotros.

Los cuerpos se hicieron cárceles humanas,
receptáculos de silencios,
las bocas olvidaron las palabras
porque los oídos no sabían cómo escucharlas,
los besos y los abrazos se fosilizaron
adquiriendo forma de rosa de los vientos
desapareciendo con el tiempo
hasta que nadie supo qué era amar.

Eres tan pequeño que nunca viste amanecer
y ahora por más que intente explicártelo
hablándote bajito para que nadie nos oiga,
no entenderás qué es este agua que sale de mis ojos,
no alcanzarás a saber por qué echo de menos
la presión de unos brazos alrededor de mi cuerpo
ni por qué espero sentada sobre este escalón
que se terminen mis días
porque no es lo mismo la vida sin mundo.

viernes, 3 de julio de 2009

Love of lesbian

Esta tarde ha venido un amigo y me ha regalado muchas sonrisas y esta canción. Lo mejor que se me puede ofrecer es el descubrimiento de un cantante o grupo que no conocía, y que me llegue dentro dentro, por supuesto.
Tiene canciones muy buenas al menos en este último disco "Cuentos chinos para niños del japón", ya el titulo da, no?
Esta canción que os traigo de Love of lesbian se llama "Universos infinitos", a mi personalmente me gusta más la de "Historia de una Hache que no queria ser muda", pero os dejo que indagueis vosotros, también me gusta regalar música, así que si la conseguis escuchar solo pido que penseis en mí mientras lo haceis. Pero ahora os dejo con "Universos infinitos" que es la canción en particular que me ha regalado.

Ahora dicen que hay muchos más universos
infinitos como el nuestro.
Dime si no es para volverse loco,
¿no te sientes más pequeño?
Dos espejos frente a frente crearán
cien mil caras que observar,
puede que alguno de ellos sea el real,
lo tendré que investigar.
Que empiece el viaje ya ...
Infinita ingenuidad,
ilusión centesimal,
me creía tan capaz con mi capsula de albal,
mi torpeza fue total,
de tan grande es demencial,
no detecto una señal,
nunca encontraré el lugar
donde al fin me entienda.
Me perdí en mi universo,
¿y tú?
Me perdí en mi universo, ¿y tú?
No volveré a hacerlo más,
no he encontrado respuestas.
¿Y si no regreso jamás y este ruido no cesa?
Mundos que van a estallar si mi vida es la apuesta.
Y yo ya no puedo hacer más si este más siempre resta ...
Y yo ya no puedo hacer más si este más siempre resta ...
Y yo ya no puedo hacer más ...

¿Alguien sabe qué es esto?







Mi hermana llegó hace unas semanas a casa con un artilugio extrañisimo, jamás habiamos visto semejante cosa. Se lo había encontrado olvidado en un portal. Ella decía que hacía ruidos, como música, pero que en un principio pensó que era algún juego de mesa, hasta que lo lo toqueteó y vio que tenia unos fuelles y demas. Os dejo unas fotos a ver si vosotros nos podeis ayudar a descifrar qué es.

A mi me parece un tipo de acordeón, pero no lo és.
Si alguien sabe de qué se trata, hágamelo saber, porque ando más perdida....

Besotes



jueves, 2 de julio de 2009

Bla...bla...bla




Es difícil desaparecer
y beberse todas los pasados de un trago
porque al final se vomitan recuerdos,
siempre hay alguno indigesto.


Después están los miedos
que crecen hasta proyectar sombras inmensas
oscureciendo las zonas donde la luz es más tenue;
entonces tiemblan los tobillos
castañean los dientes
y la espalda se vuelve avenida
por donde transitan las dudas.


Hay nombres pululando por la habitación
y uno fijo en el techo donde miro sin parpadeos
cuando el insomnio me gana la batalla.

Hay tantas guerras perdidas sobre esta cama,
tantas muertes,
que las sábanas gritan suplicando piedad.

Tengo ventanas con rejas donde reboto
y las puertas son bombas de relojería
descontando las horas de libertad.


¿Hacia dónde correr cuando el camino es circular?


Las semanas se suceden en soledad
y en el silencio que propicio
para no escucharme decir verdades.



(acabo de descubrir que solo soy un puñado de palabras)

miércoles, 1 de julio de 2009

Puedo...¿me dejas?

Puedo echarte de menos
e intentar ponerme un palillo entre los dientes
por donde se escapa tu nombre.



Puedo jugar a que te tengo al lado
e imagino tu mano debajo de mi camisa
buscando un lugar donde acomodarse,
pensar que tu respiración se agita
despeinándome el flequillo,
que me miras y te aparto la boca
porque un beso es más beso si se da con los ojos cerrados.



Puedo acariciarte con los labios
hablarte con las manos,
escucharte con los ojos
y no tendrás ni idea de lo que hago
quizá nunca llegues a saber quién soy en realidad
a pesar de haber descubierto
cuánta de tu saliva necesito para mi sed,
de haber encontrado en mí la parte frágil,
pero la debilidad está en lo que se ansía y no en lo que flaquéa,
sí, con un bombardeo de cosquillas
puedes derrumbar un gigante
pero la fuerza no está en lo que le derriba
sino en lo que le sostiene.



Puedo apostar a que no me importas
y tú doblarás la apuesta,
pero solo yo sabré si ganas o pierdes,

pues nunca sabrás en realidad cuánto me abarcas.