martes, 22 de septiembre de 2009

Adiós



Me dijo adiós
después de setecientos cincuenta y nueve días
y sus palabras sonaron tan mudas
que me dieron miedo,
el miedo que entra cuando sabes que es todo verdad,
que la canción que escuchabas ayer ya terminó hace tiempo
y lo que ahora te acaricia la piel es solo aire,
un aire libre de besos
seco de suspiros,
vacío de historias de amor,
un aire que sopla sin destino
y vuelve a mí como un boomerang que azota en la cara.


Es el momento de mirarse las manos y ver qué queda
aparte de un puñado de versos que llevarse a la boca,
de besos que echarse a los ojos para no llorar,
sueños que enterrar en el patio de atrás
esperando que cuando llueva florezcan
o mejor aun,
esperar que se inunde todo y se pudran
porque los sueños son como la humedad
trepa por los muros de la casa más fuerte y la corroe,
llega a deshacerla dejando solo una montaña de escombros.


Adiós es una palabra que se dice solo una vez,
la última.
-Doctor, ¿usted cree que será la gripe A?
-Veamos, ¿usted esputa y excrementa?
-Sí, soy puta, pero no escarmiento.

viernes, 18 de septiembre de 2009


A veces quisiera que el futuro tuviese nombre propio,
uno compuesto donde cupiésemos los dos,
también le daría un apellido con nombre de mes de verano
para ver una eternidad cómo el mar te moja los tobillos.

Creo que nunca te dije que las tristezas duermen en mi nuca
y que cuando las soplas se marchan tan lejos
que casi consigo olvidar que existían.

Tampoco te dije
que necesito tu cuerpo desnudo sobre mi
porque con cada gota de sudor que me salpicas
consigues anestesiar un fantasma,
y créeme, los tengo de muchos colores
a veces los ordeno del más guapo al más feo
pero siempre se terminan enfadando y se vuelven contra mí.

Debo contarte ahora
(que todavía tienes tiempo de salir corriendo),
que las nubes hacen nido detrás de mis párpados
y siempre llueven en el momento más inoportuno
aunque seas capaz de decir que me quieres
por lo menos doscientas veintisiete veces al día;

que no siempre huelo a vainilla
porque la pena huele a algo parecido a la distancia
o a los silencios
y tal vez tú no creas en ellos
pero yo sé que existen y que se hacen grandes cuando no te veo.

Quiero decirte que quererte
es lo más parecido a la fe,
a cerrar los ojos e imaginar que “mañana”
es mucho más que veinticuatro horas después
y que durará todo el tiempo que consigamos mantener nuestras bocas unidas.

Puedes correr hacia el norte,
lejos,
donde no te alcancen mis versos,
pero si has de hacerlo hazlo ahora
o por el contrario quédate a mi lado
ayudándome a sostener esta inexactitud que tanto odio.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Tiempo y marea


No puedo querer si dejas de quererme,
si a tu ventana le pones enredaderas para que no pase el sol
o para que no se te escapen los versos,
ni podría respirar ilusiones
si sé que tras ellas solo me queda una playa vacía,
el mar desde ese día solo será un desierto con agua salada.


La poesía se convertirá en palabras que danzan sin sur
y revolotearán alrededor de mi cabeza
como luciérnagas en celo
esperando que señale a algún lugar
donde descansar tranquilas.


Y sé que puedo quererte aunque no te vea
aunque tus ojos solo sean el reflejo de mi recuerdo,
puedo quererte,
viéndote marchar
mientras a mis pupilas les crecen uñas y se aferran a tu espalda,
mientras a mis ojos les crecen alas
y vuelan contigo al otro lado del espigón
desde donde me observas con tu sonrisa, que de tan tuya es mía.


Suenan los despertadores,
todos a la vez,
y me recuerdan que el tiempo de ahora no es nuestro,
pero hay un segundero que dice
que mañana habrá un infinito para nosotros,
podemos morir de impaciencia,
deshacernos como papel mojado y desaparecer con las lluvias de Octubre
o seguir cruzando los dedos, cada uno en su orilla
e inventar los besos que todavía nos debemos.

jueves, 10 de septiembre de 2009


Tengo días sembrados en macetas
para que nunca nos falten,
para que trepen por las ventanas
y no nos dejen escuchar decir “adiós” al sol,
he guardado todos los abrazos que te debo
junto a mis lunes,
para que no mueran como les ocurrió a los viernes,
por si decides sonreír algún día
con tu boca pegada a la mía
y así me dejes tragarme tu risa,
porque debe saber a bufanda en una mañana de enero,
al té de las cuatro y media,
a pecado de media noche,
a luna en su cuarto menguante.


Voy a borrar las huellas que me llevan a ti
y a dejar que seas tú quien las dibuje de nuevo
si es que todavía me quieres;


porque ya no sé si quiero seguir viendo amanecer desde mi cama
o prefiero ver el mar reflejado en tus ojos
hasta que el sueño nos gane un poema.


Tengo las manos dormidas en el regazo,
mejor dormidas que muertas,
mejor dormidas que amnésicas,
mejor mañana que nunca,
mejor tú que cualquiera.

martes, 1 de septiembre de 2009

No importa




De sobra es sabido que el que calla otorga,
¿y cómo excusarse sin que parezcan excusas?
¿cómo decir tantas cosas que no se quieren contar?
¿cómo hablar,
cómo explicar que a falta de palabras buenos son versos?


Dices “no importa”
y mis ojos se esconden tras los párpados una vez más
esperando que vengas a despertarme un día de estos
que me llames desde la estación
y me digas que llegaste lo más cerca que conocías
aunque el resto del camino deba andarlo por ti,
e iré descalza,
con la melena despeinada y el pijama de arcoiris,
me verás llegar con la maleta a hombros
abierta de par en par para llenarla de eso que no tiene nombre.


Todo es difícil ahora que el mañana está tan amanecido
ahora que tu voz se ha dormido en mis oídos
que tu sonrisa está embargada
que mis esperanzas mueren y resucitan con cada latido,
ahora que entiendo que te perdí hace tanto
que creo que nunca te tuve,
siquiera cuando fuiste mío durante ese instante
en que tus labios rozaron los míos,
cuando se volvió tibio el mar a la altura de tus tobillos
y la arena se volvió un lienzo donde escribirte secretos.


“No importa” dices;
y el mañana está muy amanecido,
pronto será tarde para seguir queriéndote
o será demasiado pronto para seguir amándote a mi manera
mientras tu me olvidas a la tuya.