martes, 30 de junio de 2009

El precio de un poema

Me decía Toni, el autor de http://moririaporella.blogspot.com/ lo siquiente, y cito textualmente "¿Cuánto crees que valen las palabras que salen de la boca y nadie las transcribe, ni las graba, que son sólo del viento? El precio lo pones tú".
Tengo que reconocer que así a voz de pronto me dejó un poco descolocada, entonces me acordé de un poema que escribí hace tiempo que precisamente hablaba de eso, del precio que se puede poner a un poema.


Se puede llenar un saco de mierda
y ponerle precio,
hombres matarían por ello
y no dejaría de ser mierda
aun llamándose estiércol.

Que el desierto no es menos desierto
por más que sembremos
flores de papel.

Por más “te amo” que diga una boca
que segundos después
callará llena de semen
no deja la puta de ser puta
y tu dinero valdrá lo que vale una mamada.

Que las palabras rimadas
no tienen por qué ser poemas
tan solo un ataque incontrolado de verborrea inútil,
lirismo desperdiciado
que solo daña a los ojos
y pudre el nombre de la poesía.

Se puede meter un poema
en un saco de mierda
y putas matarían por ello
mientras te pagan
lo que vale una mamada.


........................23-1-08



Ahí tienes mi respuesta Toni,¿quién marca el precio?
Ahora, si hablas de las palabras que se susurran o esas que nadie llega a leer o a escuchar... esas no tienen precio, el valor se le da con emociones.

lunes, 29 de junio de 2009

A Sara ( por última vez)

Hoy me han dado una mala noticia, la peor en estos últimos meses. Una gran persona y amiga ha fallecido. Dicen que por un paro cardíaco a los 28 años. Lo cierto es que a veces la vida se ensaña con algunas personas y da la maldita casualidad de que esas personas son precisamente las que merecían ser más felices. Teniamos una gran amistad, todo lo grande que da este ciber espacio, para algunas personas esto de las relaciones virtuales no son más que cuentos chinos, pero no opino lo mismo. Cuando me sentía mal Sara siempre estaba ahí, a veces me daba la sensacion de que olia mis penas a distancia y aparecía como por arte de mágia. En este último año la vida le ha dado dos palos demasiado fuertes, la muerte de dos de sus familiares más queridos han acabado con sus esperanzas.
He intentado escribirle pero siempre me pasa que cuando más cosas quiero expresar me quedo muda, así que he rescatado un poema que le escribí en Agosto de 2008 cuando estaba atravesando un momento durísimo.

A sara, donde quiera que estés...

Brumas en agosto

Puede ser que Agosto
se asome a tu calendario con un manto negro,
que las sonrisas frente al espejo
te cuesten más caras que de costumbre
y las lágrimas pasen a ser tus compañeras de juego,
es posible que el norte esté estos días más rodeado de brumas
y las olas que rompen en tus piernas
busquen jugar contigo sin encontrar respuesta.

Desde aquí me limito a barajar la suerte
a hacer pequeños paquetitos con ella
y enviártelos en cada bocanada de aire para que todo pase,
para que tengas el mes que merecesdeseando
que todo sea un mal sueño con final feliz,
aunque sepamos que la felicidad no dura más que una carcajada.
La fe no la venden en los mercados
pero se puede encontrar vagando entre la esperanza,
quizá escondida,
quizá algo débil.

Se pueden acabar las palabras,
de hecho mi elocuencia desaparece cuando menos debe
es entonces cuando mantengo mis brazos abiertos
cuando te digo que vengas,
cuando recolecto las fuerzas que permanecían aletargadas
y te las mando todas juntas.
Cuando vuelvo a creer en las hadas,
en Dios,
y le suplico que todo salga bien,
por ti,
porque mereces ser feliz...

viernes, 26 de junio de 2009



“Y perdona nuestras deudas
como nosotros perdonamos a nuestros deudores”
(Mateo 6:12)







Olvidé cómo se descuentan las cuentas pendientes;
de promesas por romper,
mentiras por cumplir,
de montañas de copas de hielos fundidos
de bocas besadas
de cuerpos desnudos en camas ajenas,
de vacíos llenos de alcohol,
de lunas llenas sin estrellas.

Se consigue olvidar cuando ya no recuerdas
pero la memoria es una quinceañera con tacón de aguja
sin hora de vuelta a casa.

No sé perder la cuenta,
solo los zapatos pares y las llaves,
los aviones,
el bus,
los chicles de fresa
y a ti, que todavía no te he encontrado.

Tengo una lista de nombres por adoptar
para escapar de las deudas
para que nadie recuerde cómo me llamo,
solo el tono de mi piel
o la cadencia de mi voz;

para que cuando piensen en mí
me recuerden como la chica de las letras tristes;

para escapar de las responsabilidades
que dejé escondidas encima del armario por escocer demasiado.


jueves, 25 de junio de 2009

Mi cigüeña estaba borracha (III)

Un día me dieron un golpe tan fuerte en la cabeza que me salió sangre, mi madre quería llevarme al médico, pero mi padre cerró la puerta con llave y nos dijo que no podíamos ir porque sino iba a pasar algo malo. Entonces mi madre y yo nos encerramos en la habitación y ella me prometió que nos iríamos lejos, las dos solas y que nunca nunca más me haría daño, porque me quería pero que cuando bebía se ponía un poco loca.
También le dije en la carta que comprendía que no pudiese venir a por mí, porque ya era muy grande y aunque estaba delgadita no podría sostenerme en el pico o al menos sin que se diese cuenta todo el barrio de que me iba de nuevo a Paris y encima sin despedirme, pero le dije, que en todo caso, me podía enviar un elefante o un camello, si no sabía de donde sacar uno se lo podía pedir a los reyes magos , que como ya hacía mas de tres años que no me traían nada no les importaría llevarme de vuelta y así hacerle un favor al pájaro.
Estuve tres días esperando en la ventana mirando al cielo, pero no vino nadie a por mí.
Algunas veces pensaba en decirle a mi madre lo de la carta por si se quería venir conmigo, pero cuando la veía mareada o vomitando sabía que había vuelto a romper su promesa de no beber más, así que me enfadaba con ella y me alegraba de no haberle contado nada. A mi padre no pensaba decírselo nunca. Yo veía a los niños con sus padres, cómo los padres miraban a sus hijos y pronto me di cuenta de que o mi padre no era mi padre de verdad o es que no me quería.
Pasaron muchos días, no sabría decir cuantos, pero en el cielo no volaban más que golondrinas y palomas, ni rastro de mi cigüeña. Había perdido las esperanzas.
Una noche mientras estaba en la cama se escuchó a alguien tocar a la puerta, mis padres vociferaban y alguien entró en mi dormitorio, un hombre grande y una mujer menuda con cara de buena encendieron la luz de mi habitación. El hombre me destapó y me tomó en brazos, tenía una enorme barba blanca. Le pregunté si conocía a la cigüeña y me dijo que sí, que ella le había entregado la carta y venía a por mí, entonces lo miré fijamente, respiré su aliento, olía a frutos secos y a beso de buenas noches y sonreí, papa Noel había venido a por mí para llevarme a Paris, definitivamente mi cigüeña era la mejor de todas.

De la locura al exilio


Lo invisible se apalanca en los pulmones
se duerme sobre los parpados
se solidifica y se clava
haciendo que duela una parte del alma
cuya existencia desconocías tiempo atrás.


Nace un sentimiento,
no sabes si pena, rabia o celos
siquiera sabes si realmente es sentimiento,
pero está ahí
y solo es palpable con los ojos cerrados,
como ocurre con el miedo
que se hace inmenso cuando suspiras a oscuras.


Entonces todo se llena
de miles de pedacitos de uno mismo
dispersa, perdida, la capacidad nublada,
nacen poemas que mueren sin palabras
que no valen ni el peso de su tinta,
se amontonan los signos de interrogación
sembrando dudas entre los dientes
y no sabes preguntar,
solo revolverte con los insomnios
y hacer avioncitos de papel pidiendo exilio en otra cama.

miércoles, 24 de junio de 2009

Letras espejo

Hace aproximadamente un año hice un viaje a Madrid. Lo cierto es que necesitaba hacerlo, estaba atravesando una época muy mala, tanto que me marché unos días a respirar aire de otra ciudad. Pasé una noche en casa de un conocido, que desde ese día se convirtió en amigo, no solo me ofreció su casa y todo lo que tenía, sino que además me regaló unos cuantos libros: “Trópico de Cáncer” de Henry Miller, “Héroes” de Ray Loriga y “En el camino” de Jack Kerouac. Ayer empecé a leer a Kerouac y lo cierto es que llevo pocas páginas, suficientes para darme cuenta de que tiene una visión del mundo muy especial.
Hay unas líneas que quiero compartir con vosotros, son líneas de algo cotidiano, pero me ha llamado la atención porque… porque…. por eso mismo, porque después de leerlas me he sentido agitada y no sé ni como expresarlo:

"Corrían calle abajo juntos, entendiéndolo todo del modo en que lo hacían aquellos primeros días y que más tarde sería más triste y perceptivo y tenue. Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un ‘¡Ahhhh!’ "


Es genial saber que no soy tan rara por pensar esas cosas, es genial saber que existe gente que piensa y siente como yo.

Mi cigüeña estaba borracha (II)

Un día nos dijeron en el cole que dibujásemos a la familia, hice un dibujo muy bonito, pinté a mis padres y a mí, yo sostenía una flor y ellos llevaban una botella cada uno. Tanto le gustó a mi madre que lloró cuando lo vio y lo pegó en la nevera, dijo que le iba a servir de “recuerdatorio” o algo así, yo no sabía qué era eso, solo sé que cada vez que lo miraba se ponía a llorar y soltaba lo que acababa de echarse en el vaso. La verdad es que duró poco tiempo el dibujo ahí, un día mientras lloraba llegó mi padre y lo arrancó, lo hizo una pelota y lo tiró a la basura, después vino hacia mí con la mano cerrada en un puño y me lo acercó a la cara. Me dio tanto miedo que me hice pis, que vergüenza.
Me gustaba ver como los padres de otros niños iban a buscarles al cole, a veces imaginaba que mi madre venía también a por mí, se lo dije y un día vino, es verdad que no era la madre más joven, ni la más guapa, pero era mi madre y a mí con eso me bastaba.
Cuando cumplí los seis años escribí una carta a la cigüeña, pero yo no estaba borracha y solo esperaba que cuando la recibiese ella tampoco lo estuviese, por eso la escribí un martes, porque los martes en mi casa nadie bebía. No sabía cuanto tiempo tardaban en llegar las cartas a París y en correos me preguntaron para qué quería enviar una carta tan lejos, cuando les dije que era para la cigüeña se rieron, pero yo sé que no era una burla, se reían porque a lo mejor pensaban que les pedía un niño, no les expliqué para qué era, me gusta tener mis secretos. La verdad es que a veces les pedía un hermanito a mis padres, pero después cuando les escuchaba discutir me arrepentía y deseaba que a la mañana siguiente ya no se acordasen de mi petición.
Se quedaron la carta allí y me prometieron que la enviarían. En ella le pedía a la cigüeña que volviese a por mí, yo sabía que mis padres me echarían de menos, sobre todo mi madre que cuando lloraba mucho se venía a mi cama.

Pero no quería seguir allí, por la noche me dolían los oídos, sobre todo los viernes que es cuando llegaban a casa con unas botellas de alcohol, y no el mismo que usaban los lunes para curarme las heridas que me hacían durante el fin de semana cuando perdían el equilibro cerca de mi y me daban una bofetada o un arañazo, sino el mismo alcohol con el que se escriben las cartas para pedir niños, el alcohol que sirve de combustible a las cigüeñas de Paris.

martes, 23 de junio de 2009

Mi cigüeña estaba borracha ( I )

Pero como la autocompasión es lo que nos hace débiles voy a seguir con las cosas que de verdad valen la pena.
Quien me lleve leyendo desde tiempo atrás (cuando "Mi mindo de cristal violeta" todavía giraba) posiblemente conozca este relato. Lo retoqué y amplié un poquito porque vi preciso añadirle unos detalles. Lo iré subiendo como el de "Puta", por capitulos, aunque este sea más breve.
Donde las manos no alcanzan al menos que lleguen las palabras.

*******************************************************************************


Dicen que los niños vienen de Paris y que los trae una cigüeña en el pico si le escribes una carta.
Mis padres le escribieron una noche cuando estaban borrachos, o eso dice mi madre, y la cigüeña que me trajo también debía haber estado de fiesta esa noche porque se adelantó de fecha y de lugar, así que nací en los lavabos de una estación de trenes, siete meses después de que mis padres me encargasen, con una vuelta de cordón alrededor del cuello y la cara morada, o eso dice mi padre, quien esperaba a mi madre en la puerta del servicio. El guarda jurado de la estación llamó enseguida a una ambulancia y tardó algo mas de media hora, mientras tanto mi madre seguía tirada en el suelo conmigo entre su abrigo y su jersey, yo tiritaba, y esto no me lo ha dicho nadie, pero lo recuerdo y recuerdo el olor del aliento de mi madre, olía a resaca de domingo por la mañana y a pena.
Sé que la cigüeña se equivocó al entregarme, no un par de meses, sino un par de vidas y aunque nunca me lo han dicho lo sé porque mi padre se lo gritaba a mi madre muchas noches, sobre todo cuando me ponía enferma. Les dijeron en el hospital que no estaba bien, que lo más probable es que no viviese más de dos semanas pues mi corazón latía demasiado despacio y los pulmones estaban frágiles, nadie lloraba, ni mi padre, ni mi madre, solo yo lo hacía, la idea de morir después de haber dejado Paris para llegar a aquel áspero lugar con la amenaza de una muerte prematura era demasiado para mí. Lloraba, lo hacía con todas mis fuerzas, así sentía cómo el aire me impregnaba los pulmones y eso me daba fuerzas suficientes para mover los brazos a pesar de las agujas que llevaba clavadas. Todo en ese nuevo mundo era luz y blancura, blancura y frío, frío y soledad, soledad y muerte ¿estaría ya muerta?
Pero no lo estaba, no todavía. La muerte debía ser algo similar a los servicios de la estación de tren o al aliento de mi madre o a los gritos que me daba mi padre cuando lloraba por las noches y no les dejaba dormir; porque no me morí, y conocí el infierno sin necesidad de dejar mi ciudad, a solo cuatro manzanas del hospital, en un barrio que olía a vomito y a chasca.
A veces, cuando mi madre no se quedaba dormida iba al colegio. Me gustaba ir porque la maestra sonreía todo el tiempo, hablaba despacio y con voz suave, a veces nos enseñaba canciones que cantábamos después todos juntos mientras ella tocaba la flauta y otras veces nos contaba cuentos. A primera hora casi siempre me quedaba dormida encima del pupitre, entonces ella se acercaba y me echaba su rebeca por encima, algunas veces estaba despierta, pero me gustaba hacerme la dormida para que ella viniese y me tapase. En casa no podía decir que tenía frío porque según el día me podía llevar un empujón, y es que a ellos, sobre todo a mi padre no le gustaba que le molestase cuando estaba de descanso, que era casi siempre. Mi madre le decía que tenía que buscarse un trabajo y yo cruzaba los dedos para que no le contestase con una bofetada, porque cuando quería decir que no a penas utilizaba palabras, se bastaba con las manos, eso le decía mi madre siempre. Así es que cuando tenía frío me iba a mi cuarto y me metía en la cama, de todos modos como estaba siempre deshecha nadie se daría cuenta de que me había acostado a deshora.

Pasado y presente



Hay canciones que llegan de un modo especial, sobre todo cuando cuentan tu propia historia.
Hoy dejo que sea Bebe la que os cuente un cachito de mi vida.

Letra - Bebe - Me Fui
Me fui,
pa echarte de menos
Me fui pa volver de nuevo.
Me fui pa estar sola.
Me fui porque estaba tan cerca
casi tan cerca que no pude ver
lo que tengo cerca de mis ojos.
Mis manos que ya no son manos.
mis pies son manos que un día
vuelven a darme la vida.
Me estoy echando los ojos de otro muchacho
que al menos cuando me mirame hace reirme un rato.
Porque los tuyos están tan lejos de mí
que casi no puedo mirarlos.
mientras dónde estabas cuando te llamaba?
Dónde estabas cuando te llamaba
Dónde estabas cuando mi voz se hacia tan pequeña
que no salía y se ahogaba en mi habitación
o dentro de mí.
Dónde estabas cuando dormías a mi lado
y yo no podia dormir.
Dónde estabas cuando te escuchaba palabras
que no creías ni túentre tanta mierda dime
Dónde estabas tú?
Dónde estabas cuando te llamaba? (x4)
Por eso me fui,
pa echarte de menos.
Me fui pa volver de nuevo.
Me fuipa estar sola.
Me fui.
Por eso me fui,pa echarte de menos.
Me fui
pa volver de nuevo
me fui pa estar sola
me fui.
Dónde estabas cuando te llamaba (X5)
Por eso me fui,
pa echarte de menos.
Me fui
pa volver de nuevo.
Por eso me fui,pa estar sola.
Me fui
pa volvera hacerlo de nuevo otra vez

lunes, 22 de junio de 2009

Nómada


Te empiezo a echar de menos
como se echan de menos las ciudades,
tal vez necesite habitarte,
quiera anidar en tu vientre
reptarte por la espalda como una serpiente,
encontrar el recoveco justo para mi cabeza
y que encuentres el hueco para tu boca,
que deshagas mi cuello de tanto pasearlo con tu barba,
descubrir bajo el jabón las marcas
que tus dedos trazaron sobre mi piel.
Hay tantas calles en mi cuerpo que llevan tu nombre
que no consigo recordar el camino de vuelta a casa.

sábado, 20 de junio de 2009

Puta (VI)

Las cosas nunca pasan cuando las esperamos, pero siempre hay que dar las gracias por que al menos pasen. El miedo es una barrera demasiado fuerte, a veces tanto que deja que el tiempo pase mientras nosotros nos quedamos sentados viendo desfilar las oportunidades que merecen la pena. Nunca he sido valiente, ni lo soy.
No consigo respirar, debe ser la emoción eso que me oprime el pecho, eso y la gripe tan fuerte que he pasado. Cojo la carta que recibí hace un par de meses, el diagnostico es claro “VIH positivo”, no me jodas, ahora no. Estoy convencida de que son secuelas de la gripe, mañana estaré bien, me voy a curar, yo lo sé, sé que me voy a poner buena y veré a mi niño crecer. Vuelvo a mirar la carta, desde que la recibí hasta hoy la he mirado mas de mil veces esperando que alguna de ellas, al sacarla del sobre el resultado haya cambiado. Las consecuencias siempre llegan detrás de los actos, es como la condena para el preso, siempre tiene que cumplirla aunque no siempre sea lo justo. Pero yo sé que me voy a poner buena, lo sé porque Gabriel me ha abrazado, porque mi madre, después de mucho tiempo me ha vuelto a mirar a los ojos y entre su preocupación la he visto sonreír.
Amanece y veo mi cuerpo tendido en la cama, mucho más delgado de lo que se veía en el espejo. Llega mi madre, toca a la puerta pero no me levanto, no me puedo levantar. Es curioso ver la escena desde una tercera perspectiva. Se abre la puerta, la casera y mi madre entran en la habitación. Sí, me he muerto, pero no te preocupes mamá, porque no me podía haber pasado en un momento mejor. Siempre pensé que me moriría en la calle, en un portal donde me encontrarían los municipales, llevando mi cuerpo a un depósito de cadáveres donde nadie iría a reclamarme, una puta más, o que me moriría en esta habitación pero me encontrarían al tiempo, cuando la casera viniese a cobrarme la semana y ya cansada de tocar a la puerta abriese y me encontrase en mal estado. Ahora sé que me quieres, que todo este tiempo te preocupaste por mí y sobre todo por Gabriel, por eso querías mantenerle alejado de mí. No llores mamá, no llores.
Al final no se desplomó el techo de la habitación, los infieles siguen buscando putas en la “calle desengaño”, ellas siguen buscando con qué llenar ese vacío que solo llena el cariño, Gabriel se sigue haciendo grande y yo ya no puedo verlo, pero mi madre le cuida, sé que ella hará de él un hombre y que mi experiencia le servirá para no cometer mis mismos errores.
Algunos dicen que me morí de sobredosis, otros que fue el sida lo que acabó conmigo, tal vez fue una mezcla de todo, pero lo cierto es que ellos siempre hablan demasiado.

Devolución


Le extiendo el ticket de compra
“Ahí lo tienes, se admiten devoluciones,
por imperfecta,
por ser genéticamente inexacta
éticamente incorrecta,
poéticamente indecente;
por necesitar escribir
y por sentir que follar y hacer el amor
no caben dentro de una misma cama.
Mírame a la cara y dime que me marche,
porque sé que para ti es más fácil decirlo
que para mí hacerlo
y mira que llevo semanas barajándonos
esperando encontrar el joker que arregle la jugada,
pero se me está secando la arcilla de la boca
y ya casi no puedo sonreír.
No me da miedo ser artículo de segunda mano
solo quiero dejar de ser de alguna mano,
quizá en realidad lo que me baste
sea dejar de ser artículo”.

viernes, 19 de junio de 2009

Puta( V )

Estoy cansada de vivir, y morir tan despacio no tiene sentido. Sigue la fiebre. Hacía tiempo que no me miraba las rodillas, se me marcan los huesos. ¿Cuánto hace que no como? Me acerco al espejo y parezco una de esas chicas que vomitan porque se ven gordas aunque sean pellejo pegado en la piel. Están enfermas, como yo, todo es lo mismo, distinto bucle en la misma espiral, buscar la salida, la felicidad en las cosas equivocadas, tener el control de algo que al final termina descontrolándote a ti. La felicidad no es tener el control de todo, sino compartir lo poco que se tiene. Ahora es difícil ser feliz porque no tengo nada ni nadie con quien compartir.
Suena la puerta. No hay nadie, una olla y una nota. ¿De quién? Un cocido para mí de la casera, en la nota dice que me aproveche y no me acostumbre, pero noto simpatía en estas palabras. No pienso aceptar nunca más a su marido como cliente, que se busque a otra ese cerdo.
Miércoles. Ya no tengo fiebre, pero me cuesta respirar. El cocido me duró dos días, frío también estaba bueno y lo mejor es que no lo vomité a pesar del mono. Di las gracias a la casera, es buena mujer aunque nunca hablemos. Retomo las costumbres que me mantienen viva y vuelvo al Retiro. Llegan Gabriel y mi madre que de nuevo me ve, pero me sigo escondiendo, “la vergüenza mamá, sí la siento, la siento tanto…y tu dolor también”. Suelta la mano de Gabriel que sale corriendo hacia el tobogán, ella me mira y viene hacia mí. La miro a los ojos y es como encontrar mis propios ojos en un espejo. Me habla pausada, con arrugas en la frente, ¿serán los años o la preocupación? Una mezcla de todo. Me dice que estoy demasiado delgada, me pregunta si como, si necesito dinero o algo. Si supiese que el dinero no sirve para nada, que sin dinero el cuerpo sirve de chivo de expiación, su supiera que su hija es puta, si supiera que soy de todo menos hija, menos madre. Entonces miro a Gabriel que sigue jugando en los columpios y ella le llama con un grito que me asusta, no porque grite, sino porque le llama para que venga. Le veo sonreír un metro más abajo, justo a la altura de mi cintura y me rodea con sus brazos. “Me has llamado mamá y me siento más viva que nunca” tanto que lloro de alegría, no sabía que de alegría también se llora o si lo sabía y se me ha olvidado con el tiempo, “sí, porque cuando naciste también lo hice”. Me siento con él en el césped y echamos bizcocho a las ardillas. Mi madre me dice que vuelva a casa con ellos, que si quiero me puedo rehabilitar, que estando cerca de Gabriel todo es más fácil y yo le digo que con Gabriel todo es posible porque es un niño mágico. “Mañana iré a casa mamá, mañana vuelvo a casa”, y dice que vendrá a por mí, en cuanto salga el sol vendrá a buscarme a la pensión. Estoy tan feliz que se me olvida que llevo todo el día sin poder respirar.

jueves, 18 de junio de 2009

Puta (IV)

Viernes. Dos clientes más y me escapo al retiro. Hay un árbol que cuida de mí. Me gusta jugar al escondite, pero lo daría todo por jugar con él y no tener que hacerlo con mi madre. Le lleva de la mano, hoy su sonrisa es tan grande que se le achican los ojos, “Gabriel, abre los ojos o no me podrás ver”, lo susurro tan bajito que ni yo misma me escucho. Corre detrás de una ardilla que imprudente bajó del árbol. Hoy sí, que cerca te tengo, si miras a la derecha me verás aquí escondida. Cuatro años que parecen siglos, tan lejos de ti y tan cerca a la vez en este anonimato impuesto. A veces tengo la sensación de que mi madre me descubre, pero deja que siga allí. ¿Cómo negar a una madre el derecho de ver a su hijo? ¿Cómo negar a una madre el derecho de ver a su hija? Lo curioso es que solo de ella siento el cariño, hasta en la bofetada que me dio la última vez que intenté acercarme a Gabriel sentí cálida su mano.
La palabra hijo es tan inmensa que no hay diccionario que la describa bien. Porque un hijo no es solo la vida que crece en tu vientre y sale de ti, un hijo es, cuando tienes ganas de morirte, la única razón por la que seguir viva. Cuando lo pienso me siento egoísta, por ser mala hija, “menos mal Gabriel que no me conoces, tú solo tienes que ser feliz con las cosas que de verdad hacen felices a la gente, no busques verdades donde solo hay vicio”.
He perdido todos los derechos, los he ido perdiendo poco a poco porque hipotequé mi vida hace tiempo. Ya nada me sorprende, siquiera el anuncio de una pronta muerte, pronta o tardía el anuncio de una muerte es como una carta de embargo sabes que va a ocurrir y más cuando no puedes pagar la deuda. Debo tanto que creo que tendría que morir doscientas veces para poder saldar mis cuentas.
Lleva toda la semana lloviendo y el Retiro sin Gabriel es como un lienzo en blanco y negro, o peor, como un lienzo sin lienzo.

Cuarenta de fiebre no es tanta fiebre cuando tienes la necesidad de un chute. No sé cuantos clientes han venido en estos dos días en los que estoy enferma, en el cajón de la mesita solo hay veinte euros y los condones casi se han terminado. No me salen las cuentas, alguien debió robarme, o quizá pagué la semana a la casera.
Me arrastro por las calles, siempre me hizo gracia vivir en la paralela a la “Calle desengaño”, al final eso es lo que te da la vida cuando no la sabes tratar. Mi camello dice que con ese dinero no voy a ningún sitio, “siempre te puedes levantar la falda” me dice, y en un rincón, en el soportal de una vieja casona me da un par de envestidas hasta que se corre.

miércoles, 17 de junio de 2009

Puta (III)

Es miércoles. Me calzo mis zapatillas de deporte y salgo al Retiro, esta vez no espero que nadie me llame, no espero hacer ofertas, porque los lunes, miércoles y viernes a las seis son míos, tan míos que no hay dinero que me alquile. Me gusta sentir el césped bajo las palmas de mis manos, siempre es el mismo, pero nunca es igual, porque el día cada vez se viste de un modo diferente y Gabriel nunca sonríe del mismo modo.
La vida es una espiral en la que a veces se forman bucles, si te pilla en medio uno de ellos estás perdida, por más que agites las manos, por más que patalees quedas atrapado en él, como si de una tela de araña se tratase y tú eres la mosca, sí, mosca, porque podría haber dicho hormiga, pero las moscas son animales indignos por los que nadie siente lástima. En las tiendas venden matamoscas pero nunca encontrarás un artilugio llamado matahormigas, nunca.
Quiero olvidarme de todo empezando por mí, ha llegado el momento de sonreír sin alegría, de reír las penas, de nadar en los recuerdos que yo misma me he repetido una y otra vez intentando borrar esta realidad tan palpable. La aguja inyecta el veneno en mi vena, todavía no sé por qué llaman veneno a algo que te hace volar…
Ahora sé por qué lo llaman veneno, porque es una mierda que te engancha, como el pescado que te llama hasta su luz para después engullirte. Porque no importa que este chute fuese suficiente, siempre llegará el después con más necesidad.
Otra vez a abrir las piernas mirando el techo. Que se desplome, que se desplome ahora mismo y aplaste a este tío asqueroso que no hace más que llenarme la cara de babas, que nos aplaste a los dos, a él por infiel y a mi por puta, por yonki. Quiere que me corra o no me paga. Siempre la misma historia. Gemir es mentirse a una misma y no estoy dispuesta a disfrazar mi propia verdad, que el sexo es solo dinero, no placer. Al final me ha pagado y ha intentado besarme en la boca, con la misma boca con la que besa a su mujer, con la que besa a sus hijos. ¿Por qué no se habrá desplomado el techo?

martes, 16 de junio de 2009

Sol - edades


No me gustan los relojes
ni el sonido que producen cada vez que matan un segundo,
es como escuchar agonizar las horas
y con ellas los días.

Todo se resta,
mengua hasta que desaparece.

Mirar atrás es de cobardes
por eso camino con la cabeza apoyada contra la pared
porque tengo miedo de todo
y siempre el ayer
me parece más violeta que el mañana.

Los buenos augurios se encuentran en los posos del café
pero yo bebo té;

se me rompen todos los espejo
y acumulo años de mala suerte;

tengo un gato negro, que ni siquiera es mío,
que se me cruza cada mañana;

derramo la sal
y me encanta esconderme bajo las escaleras.

Pero no importa nada de lo que escriba,
pues los relojes seguirán siendo asesinos a sueldo
mientras nos engañemos sumando semanas,
al final nosotros seremos las únicas victimas
de esos dos aliados que se aman;

podremos tomar café hasta volvernos hiperactivos
que los espejos seguirán quebrándose
en cachitos cada vez más pequeños,
y al final
ese gato negro que me observa desde lo alto de la mesa
será el único que me ronronee
cuando el miedo me haga volver la cabeza una vez más
y no queden más que soledades tras las puertas.

Puta (II)

Estoy sola, soy mi única compañía, en realidad la compañía más sincera que he tenido nunca, porque cuando tuve amigos nunca me sentí acompañada y no hay peor soledad que la que siente cuando estas rodeado de gente. Les ves sonreír, sí, y lo fácil es sonreír con ellos, reírte de las cosas que no te hacen gracia, llorar de la risa, reír de tristeza, al final siempre era lo mismo y nadie supo darse cuenta.
A veces no recuerdo con claridad si tuve una familia o lo soñé en alguno de mis chutes. Entonces la veo, la mujer con mis mismos ojos, dicen que los heredé de ella, pero ellos siempre hablan demasiado. Un día, después de una mala noche, me la crucé por la calle, fue una de esas casualidades que propiciamos para que los encuentros parezcan suerte del destino, pero mi madre nunca creyó en los destinos, solo en los castigos, y para ella yo solo fui eso. Quise abrazarla, pero su brazo rígido se interpuso entre nosotras:
-No sé quien eres ni quiero saberlo, tampoco me importa a qué has venido. Vete, vete o llamaré a la policía, ya sabes que vendrán. No sé cómo no te da vergüenza.
Y lo cierto es que sí, que me daba vergüenza, pero cuando necesitas cariño la vergüenza es el primer sentido que desaparece. Lo mismo pasa con la dignidad, desaparece en cuanto aparece el hambre.
Pero esa mujer ya no era mi madre porque no quería serlo, así mi cargo de hija quedó relevado y con él todo el derecho a un abrazo. Me hablaba de vergüenza, en realidad es ella la que se avergüenza de mí y son dos cosas distintas, ella renunciaba a mi nombre, a mi cara, incluso a mis ojos, tan suyos.
Una vez conocí el amor, solo una vez, porque mi corazón fue arrastrado tan lejos de la realidad que ya no fue capaz de encontrar el camino de vuelta. La intensidad del amor se mide con fuerza con la que odias después y mi odio es tan grande que no consigo esconderlo ni cuando olvido.

domingo, 14 de junio de 2009

Domingo de resaca


Descalza camino hasta la cocina,
espero que la resaca opte por el plan b
y se marche.
Rescato a las hormigas del naufragio
que acontece donde beben los gatos,
demasiadas muertes para una misma semana.

Mañana el contador se pone a cero
y todo vuelve a empezar,
ya sé… los números no son lo mío,
ni la historia, ni la filosofía,
siquiera fui buena en letras,
¿y en orden?

Tumbada boca arriba en el sofá
pienso en todo lo que me gusta,
como el olor a café de otras casas
que se cuela por la ventana,
las pompas de jabón,
las nubes,
las libélulas azules,
la lluvia,
los corchos de las botellas,
las platinas de los chicles,
el chocolate…
en el fondo no soy tan rara,
que si me abrazan muy fuerte
soy capaz de hacer que mi lista de preferidos mengüe
y limitarla a dos cosas
la lluvia y las nubes.

Hoy el corazón cambió de sitio
y me late en las sienes,
cuando eso pasa pienso más
y siento menos que cuando me late entre las piernas;
y es que los domingos de resaca
solo sirven para escribir tonterías
.

viernes, 12 de junio de 2009

Puta (I)

Hace algún tiempo escribí un poema con este mismo título, la verdad es que el relato está sacado de ahí, lo iré subiendo en capítulos pues es un poco largo, pero me apetece compartirlo.
Trato a menudo con prostitutas y eso me ha permitido llegar a conocerlas bien, a quererlas, saber qué piensan, cómo sienten y cómo se ve el mundo desde su escaparate y si algo me ha quedado claro es que "ellos siempre hablan demasiado".

*************************************************

Malvivo, o eso dicen por ahí, que a mis ojos los sostienen las ojeras y su brillo lo perdí entre el humo de los bares, en el culo de los vasos donde de gente indecente ahoga sus penas. Dicen que pervierto amaneceres mezclándolos con sexo y medias rotas, pero ellos siempre hablan demasiado.
Nadie entiende y lo cierto es que tampoco lo han intentado. Tal vez un día también fui así y miré por encima del hombro a quien no era menos que yo, siquiera en altura. Pero la vida es un juego de azar y no se pueden hacer apuestas con los ojos vendados o lo terminas perdiendo todo, empezando por la dignidad.
Se va el último cliente de la tarde, la casera no tardará en aparecer para pedirme la semana. Ya suenan los nudillos artrósicos en la puerta, algún día estos techos torcidos se desplomarán y todo se irá a la mierda, ese día tal vez sea la mujer más feliz del mundo, ese día quizá la gente sienta un poco de vergüenza por haberme despreciado tanto. En el fondo esa mujer me da pena, si supiera que su marido también es cliente mío, porque yo seré puta, no lo niego, tampoco estoy orgullosa de ello, pero ella para su marido es menos que eso, porque a las putas no se nos miente.
Hace mucho que no sueño, tanto que no recuerdo cuándo fue la última vez que lo hice, quizá tenía dieciséis años y soñé con tener dieciocho, tal vez tenía dieciocho y soñé que mi talla ochenta se convertía en talla cien. No todas las niñas nacen con un mago como padre, yo lo tenía y solo tuve que soñarlo una vez para que mi padre y su billetera hiciesen que las tetas me aumentasen a golpe de bisturí, como por arte de magia. Lo cierto es que pensaba que así maduraría antes, que una se empieza a hacer mujer por las tetas, pero nadie me avisó que las cosas en la vida no funcionan así y ahora llevo un lastre talla cien que secuestra miradas, arrastra babas y me acompaña en las resacas, siquiera sirven para secar lágrimas.
Una vez tuve mucho dinero, tanto que olvidé la de cosas bonitas que se podían hacer con él y la de cosas bonitas que se podían hacer también sin él. Tanto que olvidé que en el mundo hay muchas cosas bonitas, que la felicidad no se encontraba solo en el polvo blanco que te hace volar, ni en las fiestas nocturnas. Olvidé que por el día las cosas huelen diferente a la noche, huelen mucho más dulce y más sinceras.

Chirridos de tacón




Chirrían mis pies
como ruedas durante un frenazo,
los tacones se desgastan y sigo caminando;
que sangren los talones es solo un recordatorio de que estoy viva,
lo mismo que escucharte jadeando entre mis piernas.


Tres segundos para ser tuya
y eternidades para borrarnos la piel.


No importa,
todos tenemos un precio,
aunque me haya colgado un cartel de rebajas
a ti me regalo,
porque tu boca sabe a derrota
y los ojos a veces se cansan
de buscar las victorias que se perdieron en las aceras,
lo sabes,
tus bolsillos tambien están rotos
y juegas a entenderme con la luz apagada
mientras el silencio se llena de respiración.


Puede que mañana Madrid sea un nuevo refugio
y ya no tenga que andar exponiéndome en los escaparates,
puede que ese día
no tengámos que esconder mis miedos y tus recuerdos
detrás de tantos poemas.

miércoles, 10 de junio de 2009

Cuando se vuelen las diéresis



Pongo diéresis en las ventanas
para que parezcan distintas,
y cada día me suene diferente,
las pongo también en mi nombre
y en el suyo
para olvidarme del nosotros una vez más,
una definitiva que me lleve lejos,
donde las caras sean como máscaras
creadas en un mismo molde,
sin sonrisas ni penas,
con tal liviandad en la mirada
que sienta que en cada esquina hay un espejo danzante
que a la larga me dará la espalda.


Cuando sopla levante danzan las cortinas.


Me marcharé más al este
cuando agosto despunte en el calendario
solo entonces,
solo sola,
y acariciaré la mañana como nunca antes lo hice
dejaré que el sol me descubra
haciendo el amor con el mar
(“amor a-mar” dice la canción)
que le de un arrebato dé celos y me odie.

Solo queda esperar,
solo sola.