miércoles, 27 de enero de 2010

Siempre

Sabes que nunca se me dieron bien las indirectas
ni los mensajes cifrados dentro de poemas,
que siempre se me cruzan las líneas de las medias
y que entre media y media tengo un espacio vacío
que no consigo llenar con ningún verso ingenioso.

Dice el hombre del tiempo que mañana se marchan las nubes
y que con un poco de suerte no volverán hasta el año que viene
o hasta el año que vengas,
ya sabes que no es lo mismo,
aunque te haya mentido y pienses que ya no te espero
porque quien espera se hace viejo a la velocidad de un poema
y yo lo que quiero es que quieras que te quiera siempre
como se quiere a los dedos de las manos
cuando se sabe que producen placer entre labio y labio,
como se quiere al mar porque mece los sueños
y les da a beber las sales que tamizan las sirenas,
como se quiere a los besos que nunca se dieron,

porque aun si murieses sabría dónde encontrarte
un día me lo dijiste frente al mar,
sentado en el espigón a trescientos veinti siete metros de mí
que no solo te debo besos, te debo una luna con sus estrellas
una cama con sus secretos, con los tuyos, los míos.

Yo solo sé que el día que mueras
para mí habrá muerto la poesía.

viernes, 22 de enero de 2010

Te cuento que...


Te cuento que…
últimamente las palabras no se ordenan en los dedos,
la cabeza es un laberinto de gelatina por donde derrapan las ideas,
se duermen los momentos
y se desesperan las ganas;
que ya no sé a qué sabe el mar ni cómo quema la arena en el mes de Julio
porque hace tanto que no veo tu playa
que he llegado a pensar que las sirenas se han bebido sus aguas.

Te cuento que…
tal vez mañana sea la mañana que llevamos esperando setecientas cuarenta y ocho noches
o pasado mañana, ¿quién sabe?
es solo que a este día le dieron más horas de las que abarca una vida;
que no tengo miedo a la vida
pero sí a morirme sin verte una vez más;
que me tiemblan las piernas cuando me llamas cursi y me pintas de un color,
que sí, que me gusta el rosa.

Te cuento que…
Sabina me canta de nuevo y cada día me resulta más triste,
como escribir tu nombre sobre la mesa con la yema de los dedos
con mis ganas invisibles;
como ver que este poema es de todo menos poema
y que posiblemente nunca sepas que es para ti.

martes, 19 de enero de 2010

Voces


-Pues no sabes la última
- Vete a saber, de una escritora chalada me espero cualquier cosa. A ver, cuéntame.
-Pues nada, que dice que se va a comprar un velero y se va a ir a vivir lo más al este que pueda, a un lugar donde el mar sea lo primero que vea cada amanecer y lo último cuando caiga la noche.
-Pobrecilla, ella sola tan lejos. Y digo yo, ¿para qué coño quiere un velero si no sabe navegar?
- ¿Y desde cuando ha sido eso impedimento? A caso no sabes todavía que es una cabezota y que se empeña en conseguir aquello que se propone.
-Sí, pero no siempre lo consigue. Mira por dónde le salió lo de la compañía teatral.
-Yo de eso no sabía nada. Bueno, lo de que las cosas no le salgan siempre bien tampoco es culpa suya, supongo que se sacará el carnet, yo que sé. Pero bueno, a lo que iba, que dice que se quiere ir lejos, donde solo huela a mar y nadie la conozca, porque dice que su espalda ya no soporta más miradas. Se nos va a hacer una ermitaña, o peor, como Chanquete y no la van a sacar de su barco ni muerta.
-Nunca he soportado tu humor sádico, mira, ni tu sarcasmo tampoco, ya que estamos… te lo tenía que decir.
-Y yo no soporto tu perpetua melancolía, siempre lloriqueando, como si la vida no fuese más que penas.
-Yo no lloriqueo siempre, también me río a veces. Déjame en paz, que no sabes más que ofender.
-Pero qué susceptible eres. Bueno, pues como te decía, que como al final le salga bien la cosa nos mudamos, te guste o no.
-A mi sí que me gusta la idea, sin el mar no podría vivir, después de todo es el mismo mar del que habla en sus poesías, aun que la playa del sur le va a quedar muy muy lejos, tanto que con el tiempo tal vez nadie recuerde que ella escribió en la arena una frase…
-Venga, venga, ¿ya estamos con las penas? Toma un pañuelo y suénate, anda.
-Gracias. Ahora tendremos trabajo, porque ella se sentirá sola y empezará a echar de menos las cosas de aquí.
-Qué nos vamos a una isla, no al desierto, allí también hay jamón serrano.
-¡Pero qué insensible eres! Hablo de otras cosas, allá donde va no conoce a nadie, así que tendremos que hacer que escriba mucho más que ahora para que no sienta el vacío.
-¿Sabes qué te digo? Que a todos nos va a venir bien un cambio de aires.
-Oye, ¿y si se relaja tanto que deja de escribir y al final morimos?
-Eso no puede ocurrir, lo cierto es que ella solo dejará de escribir cuando muramos.