viernes, 15 de febrero de 2019

Estocolmo



Vuelvo a levantarme para mirarme en el espejo, ‘ tranquila, no estás tan mal’, y sé que me estoy mintiendo de manera deliberada para intentar darme fuerza. Agacho la cabeza y me miro las uñas, tal vez demasiado cortas para el color burdeos, en realidad no sé por qué me las he pintado, odio llevar las uñas pintadas.

Me asomo a la ventana. En la calle la gente sigue coreando incongruencias, lemas aprendidos de memoria para hacer ruido y llamar la atención. Son tiempos convulsos en los que nadie quiere a nadie, solo hay patrias, naciones, nacionalismos, símbolos que defender atacando al prójimo. Nos utilizan y lo peor de todo es que lo sabemos.

Miro el reloj, las doce y doce, sonrío, siempre me gustaron las casualidades. Llevo en esta habitación de hotel desde anoche. No llevo maleta, no la necesito. Sigo esperando pero no llega. Se retrasa doce minutos. Vuelvo a mirar el reloj, trece.

Busco en el bolso mi teléfono móvil y compruebo que la batería está a punto de agotarse, lo pongo a cargar sobre la mesilla de noche. Podría llamarle, pero tenemos prohibidas las llamadas, tenemos la sensación de que los rusos nos han pinchado los teléfonos y pueden contar a alguien nuestro plan. Tiene miedo, miedo de ella, eso dice, pero en realidad sé que tiene miedo de mí… y de él.

Me descalzo y me tumbo en la cama. A lo lejos se escuchan sirenas, debe ser la policía, o tal vez una ambulancia gritando porque alguien que viaja en su interior está a punto de morir y no quiere que sea dentro de ella. Estamos llenos de cadáveres. Un corazón no puede soportar tantas muertes. Un solo cuerpo no puede resistir tanto renacer.

Hace calor, la blusa se me pega a la espalda, me quito la falda y me vuelvo a tumbar mirando al techo. Va a venir, lo sé, como sé que después de hoy nada volverá a ser como antes. Era inevitable, lo hemos intentado, pero estamos metidos en una espiral que solo nos lleva a un punto. Una vez estalle la espiral no sé a dónde iremos, pero sé que nada seguirá en su sitio, será un big bang que hará que todo se expanda.


Alguien abre la puerta, es él.