sábado, 29 de enero de 2022

San Petersburgo

                “ No sé por qué sigo escribiendo esta canción

                  pero me sangra el corazón cuando lo hurgo “

                                                     ~ Leningrado~

                                                            Joaquin Sabina 



¿Nunca te ha ocurrido que no sabes como comenzar un poema?

Pero siempre está la palabra cosquilleando en la punta de los dedos 

y tu nombre, que se repite como un mantra

aferrado al mechón de pelo que escondo tras mi oreja ,

ahí, en ese precioso lugar donde guardo también tu beso.


Y vuelvo al mes de Julio de un verano cualquiera

y pienso que no existió más poesía que nosotros  

ni más muertes que tu ausencia.

El verano mata a los poetas 

pero a mi me mató el vértigo 

y solté tu mano, 

esa con la que me acariciabas los Lunes.


Hace tiempo que intento olvidar tu deuda 

pero el calendario es traicionero,

cada doce meses llega Julio y huele a mar,

a playa del sur con vistas al oeste 

y vuelvo a echarte de menos,

a pensar en las promesas que nunca me hiciste 

porque sabías que no las podrías cumplir.

viernes, 28 de enero de 2022

Algeciras II

 

 

-        Un vino blanco bien frío y un pincho de tortilla, por favor.

Un gato rubio merodeaba bajo las mesas de la terraza husmeando con interés cada pedazo de pan o de resto de comida que se encontraba. De pronto, como si hubiese sentido que le estaba observando, alzó la cabeza, me miró y comenzó a acercarse lentamente hasta que se sentó a pocos centímetros de mi pierna. En silencio agradecí su compañía.

Para ser Agosto no se veía mucho movimiento de turistas, pensé que podía deberse al calor mortal que azotaba a esas horas. Una señora con aspecto de bogavante hervido se daba aire con un abanico souvenir de Sevilla sentada a la sobra de una cornisa, justo al otro lado de la calle un señor que debía tener casi cien años esperaba paciente a que su perrito de idéntica edad hiciese sus necesidades junto a un árbol, un hombre y un niño caminaban de la mano , habían ido a comprar el pan, o eso parecía a juzgar por las dos barras que llevaban. El niño debía tener unos tres años, lucía unas piernas cortitas y regordetas doradas por el sol. El pequeño, como si hubiese intuido que le observaba se volvió y me miró, tenía una cara tan simpática que levanté la mano y le saludé, saludo que no tardó en responder con una gran sonrisa, agitando su manita vivaracha y alegre. El padre viendo la reacción del niño se volvió un instante intentando descubrir sin éxito el motivo de su alegría, en ese momento todo se detuvo a mi alrededor, la señora bogavante dejó de mover el abanico, el perro se quedó inmóvil olisqueando el reseco tronco del árbol, mi copa de vino blanco se detuvo en el aire entre la mesa y el suelo, porque era él, ÉL.

Cuando volví a la pensión comencé a hacer la maleta mientras profería en voz baja una sarta de insultos dedicados única y exclusivamente a mi persona, "idiota, ilusa, inútil,..." y algún que otro descalificativo comenzado por 'i'. Mi primera excursión e incursión a su mundo habían dejado totalmente al descubierto las pocas probabilidades de que mi plan, obviamente ausente, llegase a buen puerto. Solo sabía que había ido hasta allí para buscarle y ahora que lo había encontrado no fui capaz de articular palabra. Así que lo mejor era recoger mis cosas y marcharme. Podría ir a Estepona a visitar a mi querida Ana o a Nerja y lanzarme al mar desde el Balcón de Europa cual Alfonsina, todo menos seguir allí esperando que ocurriese algo que ni siquiera sabía si quería que realmente ocurriese.

Dos horas después seguía sentada en la cama con la cabeza hundida entre mis rodillas, junto a la maleta cerrada. Todavía no había bajado a recepción para avisar de que me marchaba, "Quién no tiene valor para marcharse, quién prefiere quedarse y aguantar, marcharse y aguantar" cantaba Iván Ferreiro a través del altavoz de mi teléfono móvil sonando en la playlist para flagelarse, que había confeccionado hacía tiempo.

Decidí quedarme, solo un día más, uno más. Fue el miedo el que me hizo alejarme de él una vez y ahora que había llegado hasta allí no iba a permitir que el miedo nos volviese a romper como a un barquito de papel sobre un charco de lluvia. Había soñado muchas veces con volver a esa bahía, me lo debía, se lo debía.