No tenía nada,
estaba tan vacía que el viento silbaba a través de mí.
Era la chica gris que lloraba tras la ventana
cuando nadie miraba.
Entonces llegaron las estaciones,
los trenes,los aeropuertos
y el pellizco en el estómago que me gritaba ‘huye’,
mientras mi mano asía con fuerza la maleta.
No era más que despegar para volver a aterrizar
sin ni siquiera haber atravesado las nubes.
Pájaro sin plumas remeras,
un boomerang que solo conoce el camino de vuelta a casa,
la venda en los ojos,
la culpa en la espalda,
la morfina en el corazón.