jueves, 20 de junio de 2013

Volátiles



Siempre ocurre que le leo
y me siento obligada a escribir,
y no es un contrato ni una apuesta
es el precio a pagar por jugar a la piromanía poética incendiaria.

Yo, que solo quería que me regalase un libro con su nombre y el mío
uno donde hablase de lo que creíamos que queríamos que podría pasar,
eso es,
un libro llego de incondicionales con condiciones en cada página,
para mí,
para la chica que nunca quiso ser poeta pero no le quedó más remedio
 porque sino reventaba como una olla express ,
de parte del chico de las tristezas infinitas,
del miedo a la distancia que nos separaba
al vértigo a la altura los lunes que se amontonaban tras mis ojos.

Ahora ya no sé ni cómo se llama,
tampoco sé si me sigo llamando como él me bautizo
o cuantas más habrán ocupado mi nombre detrás de mí.

Él tampoco sabrá que nunca conseguí llevarme a ningún poeta a la cama
ninguno se dejaba pagar con poemas
y no tenía dinero para tanto amor de novela,
para tanto héroe con pluma que perdía tinta por la suela de los zapatos.

 

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Fantasticos poemas.Cada vez que los leo mi alma llora.

Anónimo dijo...

No dejes de escribir, aunque tu alma llore.

Anónimo dijo...

Un libro que nunca pediste, un beso que ya no me debes.

Anónimo dijo...

la Dueña, te sigue llamando.

Fernanda Sandoval dijo...

Los poetas no se van a la cama por poemas, ni por dinero... por tristezas tal vez; pero solo si se tiene mala suerte.