jueves, 5 de marzo de 2009

Una

Y es ahora, en momentos de soledad cuando una echa de menos los abrazos y no importa dónde, solo importa que sean tan fuertes que la respiración se corte.
No tengo miedo, tal vez deba, pero el miedo se cobra el precio de la ilusión y ese coste es demasiado caro. Quiero seguir sonriendo aunque sea con nubes como base, aunque todo sea tan efímero que no se pueda palpar. De todos modos ¿qué es el futuro sino un desconcierto continuo. Solo nos queda el ahora, tangible, palpable, con esa atemporalidad, ya sabes, con esas cosas llamadas inciertas.
Con el alcohol y el vacío, con el teléfono sobre la cama y la cara mojada por el llanto. Dicen que se llama GEN, lo digo yo, lo creé y ahora se vuelve en mi contra cada vez que respiro. Y es uno de esos días en los que no me importaría dormirme para siempre, estoy sola, sola en mi cuarto, en la vida, y no entienden el por qué, siquiera el por qué de mis porqués y yo explico que no existen, que no hay comprensión alguna, solo una alteración genética, absurda, con efectos secundarios; que cada vez que bebo me transformo en océano de sal y pierdo el norte marchándome más allá de lo palpable.
Sigo soñando y eso es lo único que queda, un borrón y cuenta nueva con cada amanecer, aun sin saber que los pasados son cicatrices que duelen.
Delirios de alcohol…quiero llamarte, pero… mañana será otro día.

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