martes, 23 de junio de 2009

Mi cigüeña estaba borracha ( I )

Pero como la autocompasión es lo que nos hace débiles voy a seguir con las cosas que de verdad valen la pena.
Quien me lleve leyendo desde tiempo atrás (cuando "Mi mindo de cristal violeta" todavía giraba) posiblemente conozca este relato. Lo retoqué y amplié un poquito porque vi preciso añadirle unos detalles. Lo iré subiendo como el de "Puta", por capitulos, aunque este sea más breve.
Donde las manos no alcanzan al menos que lleguen las palabras.

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Dicen que los niños vienen de Paris y que los trae una cigüeña en el pico si le escribes una carta.
Mis padres le escribieron una noche cuando estaban borrachos, o eso dice mi madre, y la cigüeña que me trajo también debía haber estado de fiesta esa noche porque se adelantó de fecha y de lugar, así que nací en los lavabos de una estación de trenes, siete meses después de que mis padres me encargasen, con una vuelta de cordón alrededor del cuello y la cara morada, o eso dice mi padre, quien esperaba a mi madre en la puerta del servicio. El guarda jurado de la estación llamó enseguida a una ambulancia y tardó algo mas de media hora, mientras tanto mi madre seguía tirada en el suelo conmigo entre su abrigo y su jersey, yo tiritaba, y esto no me lo ha dicho nadie, pero lo recuerdo y recuerdo el olor del aliento de mi madre, olía a resaca de domingo por la mañana y a pena.
Sé que la cigüeña se equivocó al entregarme, no un par de meses, sino un par de vidas y aunque nunca me lo han dicho lo sé porque mi padre se lo gritaba a mi madre muchas noches, sobre todo cuando me ponía enferma. Les dijeron en el hospital que no estaba bien, que lo más probable es que no viviese más de dos semanas pues mi corazón latía demasiado despacio y los pulmones estaban frágiles, nadie lloraba, ni mi padre, ni mi madre, solo yo lo hacía, la idea de morir después de haber dejado Paris para llegar a aquel áspero lugar con la amenaza de una muerte prematura era demasiado para mí. Lloraba, lo hacía con todas mis fuerzas, así sentía cómo el aire me impregnaba los pulmones y eso me daba fuerzas suficientes para mover los brazos a pesar de las agujas que llevaba clavadas. Todo en ese nuevo mundo era luz y blancura, blancura y frío, frío y soledad, soledad y muerte ¿estaría ya muerta?
Pero no lo estaba, no todavía. La muerte debía ser algo similar a los servicios de la estación de tren o al aliento de mi madre o a los gritos que me daba mi padre cuando lloraba por las noches y no les dejaba dormir; porque no me morí, y conocí el infierno sin necesidad de dejar mi ciudad, a solo cuatro manzanas del hospital, en un barrio que olía a vomito y a chasca.
A veces, cuando mi madre no se quedaba dormida iba al colegio. Me gustaba ir porque la maestra sonreía todo el tiempo, hablaba despacio y con voz suave, a veces nos enseñaba canciones que cantábamos después todos juntos mientras ella tocaba la flauta y otras veces nos contaba cuentos. A primera hora casi siempre me quedaba dormida encima del pupitre, entonces ella se acercaba y me echaba su rebeca por encima, algunas veces estaba despierta, pero me gustaba hacerme la dormida para que ella viniese y me tapase. En casa no podía decir que tenía frío porque según el día me podía llevar un empujón, y es que a ellos, sobre todo a mi padre no le gustaba que le molestase cuando estaba de descanso, que era casi siempre. Mi madre le decía que tenía que buscarse un trabajo y yo cruzaba los dedos para que no le contestase con una bofetada, porque cuando quería decir que no a penas utilizaba palabras, se bastaba con las manos, eso le decía mi madre siempre. Así es que cuando tenía frío me iba a mi cuarto y me metía en la cama, de todos modos como estaba siempre deshecha nadie se daría cuenta de que me había acostado a deshora.

2 comentarios:

Espera a la primavera, B... dijo...

Me gustan tus personajes agrietados por todas partes. No sé a qué te dedicas pero si hay gente a tu alrededor estoy seguro que tienen suerte de contar contigo, de saber que cuentan con tu comprensión.
Será casualidad pero en catalán Loida suena a L´oïda, el sentido del oído... la escucha.

No sé si el personaje de Puta es el mismo que el de Mi cigüeña estaba borracha, imagino que no, per sí que están en el mismo lado del espejo.

Sigue contándome, por favor.

Genética Inexacta dijo...

Tengo gente alrededor, no sabría trabajar con zapatos o con alfombras.
Mi nombre... bueno, es Loi-da, creo que le das una pronunciacion erronea por la alusión que haces al catalán. No es Lo-i-da, sino Loi-da. Es que con este nombre tan "extraño" siempre hay confusiones, jajjaja.

No son las mismas, pues el personaje de Puta tuvo una infancia colmada de materialismo, sin embargo esta niña tiene un pasado mucho mas complicado.Solo que depende con qué ojos se vea el mundo según a quién, un mundo de satisfacciones puede parecerle vacio y por el contrario otros viviendo malamente encuentran momentos para soñar.
"El ser humano es raro".


Déjame que te cuente,siéntate que vamos a por la segunda parte.

Muaaack