martes, 16 de junio de 2009

Puta (II)

Estoy sola, soy mi única compañía, en realidad la compañía más sincera que he tenido nunca, porque cuando tuve amigos nunca me sentí acompañada y no hay peor soledad que la que siente cuando estas rodeado de gente. Les ves sonreír, sí, y lo fácil es sonreír con ellos, reírte de las cosas que no te hacen gracia, llorar de la risa, reír de tristeza, al final siempre era lo mismo y nadie supo darse cuenta.
A veces no recuerdo con claridad si tuve una familia o lo soñé en alguno de mis chutes. Entonces la veo, la mujer con mis mismos ojos, dicen que los heredé de ella, pero ellos siempre hablan demasiado. Un día, después de una mala noche, me la crucé por la calle, fue una de esas casualidades que propiciamos para que los encuentros parezcan suerte del destino, pero mi madre nunca creyó en los destinos, solo en los castigos, y para ella yo solo fui eso. Quise abrazarla, pero su brazo rígido se interpuso entre nosotras:
-No sé quien eres ni quiero saberlo, tampoco me importa a qué has venido. Vete, vete o llamaré a la policía, ya sabes que vendrán. No sé cómo no te da vergüenza.
Y lo cierto es que sí, que me daba vergüenza, pero cuando necesitas cariño la vergüenza es el primer sentido que desaparece. Lo mismo pasa con la dignidad, desaparece en cuanto aparece el hambre.
Pero esa mujer ya no era mi madre porque no quería serlo, así mi cargo de hija quedó relevado y con él todo el derecho a un abrazo. Me hablaba de vergüenza, en realidad es ella la que se avergüenza de mí y son dos cosas distintas, ella renunciaba a mi nombre, a mi cara, incluso a mis ojos, tan suyos.
Una vez conocí el amor, solo una vez, porque mi corazón fue arrastrado tan lejos de la realidad que ya no fue capaz de encontrar el camino de vuelta. La intensidad del amor se mide con fuerza con la que odias después y mi odio es tan grande que no consigo esconderlo ni cuando olvido.

3 comentarios:

Bletisa dijo...

sigue...

Espera a la primavera, B... dijo...

Podría decir que me dejas sin aliento, ya que las palabras hace tiempo que se fueron cuando visito tu casa.

Sólo me queda el suficiente aire y las palabras justas para darte las gracias por compartir este texto.

Quiero decirte algo que hace mucho tiempo que no le digo a nadie: Las palabras sólo escogen a quienes tienen algo importante que decir y ellas se sienten a gusto contigo, como un gato que se te sienta en el regazo, confiado de que sólo le deparará bondades tu compañía.
Caótica Loida, mi princesa de los susurros del viento del este, maga...

Genética Inexacta dijo...

Ahora la que se ha quedado muda he sido yo... pero ¿cómo me dices esas cosas?