viernes, 17 de julio de 2009

Sobre la balanza

Me gusta el olor a incienso, sobre todo cuando el humo empieza a expandirse por el pasillo y la casa huele a todo menos a casa. Es como si un pedacito de otro mundo viniera a visitarme, entrando descaradamente sin llamar a la puerta, sin pedir un permiso que obviamente le daría.
Odio el sonido de los timbres, es como un aviso estridente de alguna visita desagradable, sin embargo me resulta tan cálido el sonido de los nudillos sobre la puerta, tan natural que creo que si la madera sonriese de alguna forma sería así.
Me gustan las madrugadas tardías, esas en las que el sueño no viene a visitarme y solo consigo pensar en él, en ella, en ti. A veces pienso que mi cama se hace chiquitita y yo con ella, que podemos salir ambas por la ventana y volar hacia cualquier lugar sin que nadie nos vea, casi puedo sentir el fresco de la noche en mi cara, quizá a eso sea a lo que se refieren cuando hablan de soñar despiertos.
Me gusta el olor a ropa recién planchada y sin embargo adoro las arrugas, los pliegues y la asimetría. Siento que lo que es demasiado liso no me pertenece, quizá por ser tan genéticamente exacto, y es que cuando las cosas se ven tan lindas deben tener un cepo mortal escondido en cualquier parte, o ¿nunca te cortaste con un folio?
Odio los uniformes, porque sé que el hábito no hace al monje.
Me gustan las películas de llorar y la gente que me hace reír, adoro las sonrisas cuando los ojos también sonríen y me alegro de saber descifrar las miradas aunque la persona que tengo en frente no medie palabra.
Odio las leyes porque no tienen arrugas pero sí muchos cepos, o ¿nunca te cortaste con una ley?
Me gusta el pan con mantequilla y la leche con cola cao, porque huele a infancia y a calor de madre, a dibujos animados y a merienda descalza sobre el sofá, sabe a beso en la frente y a cuento antes de dormir.
Odio las guerras y el anonimato de las muertes, odio las cifras y los números tatuados en el antebrazo. Odio el dinero, la envidia y a la gente engominada con raya al lado, no me resultan de fiar, se empieza por pretender dominar el pelo y se termina por querer gobernar el mundo, solo hay que ver una foto de Hitler.
Me gusta despertarme cruzada en la cama, abrazarme a la almohada y pensar cuánto hace que no me besan y recordar cuándo fue la última vez, a que sabía su boca, como me temblaban las piernas (porque todavía me pongo nerviosa con un beso en los labios).
Odio el olvido, porque solo aparece cuando menos se le precisa, supongo que él también tiene sus leyes.

2 comentarios:

Espera a la primavera, B... dijo...

Al final todo es un me gusta y un odio, un estás o un te añoro, un siempre y un nunca (y ese maldito tal vez).
Me gusta tu blog
Odio los días en los que no estás.

Genética Inexacta dijo...

Los tal vez dan intriga a la vida, claro que a veces desesperan, pero no se... no sientes un pellizco en el estómago cuando piensas en las probabilidesdes de... de lo que sea, la posibilidad de encontrar un sí donde siempre ha habido un tal vez es tan grande!!

A mi me gusta verte por aquí, ya lo sabes.